¿Alguna vez hemos visto las patadas de un ahogado? Obviamente no, pues los ahogados no patean. Lo que sí resulta posible es ver los desesperados pataleos en el agua de alguien que se hunde y se ahoga, alguien como Kamel Nacif Borges, el “industrial” que en los meses recientes se ha convertido en la ficha number one del hampa institucionalizada mexicana. Amigo de poderosos verdaderamente poderosos, este poderoso poderoso y sumo sacerdote de la corrupción moral ahora sale a plaza para defenderse de la infamia que se cierne sobre su angelical persona.
En una carta que en realidad es un poema al cinismo, el señor KNB echa todo los kilos de su sinceridad para lavarse las manos en una palangana de agua puerca; dice en El Universal de ayer: “Nunca imaginé que lo expresado de manera privada fuera a hacerse público, fundamentalmente por el entorno en que se difundieron mis palabras. Moralmente no hay otra responsable que mi persona, soy yo quien habló en esas conversaciones y las expresiones ofensivas son mías, insisto, en diálogos que eran de carácter privado. Sí soy un empresario, sí, sí hice bromas desmesuradas, burdas y machistas pero repito, en el ámbito de la privacidad de una línea telefónica, éstas fueron bromas y sugerencias estúpidas entre varones, que jamás se cumplieron. En el ámbito de la privacidad y en exceso de balandronería (sic) me ufané en sugerir actos de autoridad que evidentemente no tengo el poder para cumplir. No soy pederasta, soy un industrial, fui un jugador públicamente conocido en Las Vegas y así me asumo, pero quiero aclarar que toda la vergüenza y la infamia que hoy padezco deriva de grabaciones obtenidas ilícitamente”.
Más adelante, luego de entrar al terreno legalista que ya nadie le cree (sólo tal vez el diputado Gamboa Peón), añade: “El lenguaje majadero y burdo sólo es materia de pena para quien lo profiere, lo que motiva esta disculpa pública. Su contenido se ha interpretado de manera equivocada en el contexto de una conversación aislada, sin dar a conocer las anteriores ni las ulteriores. / Queda claro de lo que soy culpable. Mis expresiones —privadamente realizadas— merecen rechazo y, de mi parte, un público desagravio. De nada más soy responsable. He sido uno de los principales promotores de la industria textil y más allá de mis malos modos, he sido generador de empleo y de oportunidades para muchos jefes de familia. En mi espacio de negocios se me juzga por lo que he hecho, no por como hablo”.
Me partió el corazón. Mañana mismo telefonearé a KNB para pedirle una disculpa y, de paso, dos pinches botellitas de coñac, papá.