Andamos mal, muy mal. No incurro en catastrofismos, pero la verdad es que no hay para dónde caminar sin que hallemos pruebas irrefutables del desastre, como bien lo expone Paco Valdés en su artículo dominical de La Opinión Milenio. Se lo pedí y señala lo que sigue (ojo en lo que dice sobre La Laguna y sus crímenes con el agua; sigamos celebrando):
Centenario del suicidio
Francisco Valdés Perezgasga
El mapamundi, el atlas y el globo terráqueo ejercen una fascinación universal sobre los humanos en su etapa más inquisitiva: la niñez. El encanto de los mapas quizá nunca nos abandona. Menos aún hoy, que tenemos recursos geográficos en la red capaces de entregarnos panoramas satelitales con una definición que, hace no mucho, era sólo privilegio de los ejércitos del mundo.
En particular, el programa Google Earth (disponible de manera gratuita en http://earth.google.com/) es una herramienta en la que uno puede pasarse horas viendo nuestro planeta con todo detalle. En sus pantalla puedo volar el Cañón de Fernández o ver la destrucción que los marmoleros han llevado a nuestras majestuosas montañas.
Pero además, Google Earth tiene un potencial enorme para la educación y la promoción del cuidado del ambiente. Tratando de concretar ese potencial educativo, esta semana, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Google anunciaron una colaboración singular. Quienes tengan el programa en su computadora podrán activar una capa que les señalará sobre el globo terráqueo los cien puntos de desastre ambiental (environmental hotspots) en nuestro planeta. Activada esta capa, puede uno ver e informarse sobre la pérdida de glaciares por el calentamiento global, la deforestación rampante que va de la mano del despegue de la economía chilena y la alucinante desparición del Mar de Aral en el centro de Asia.
En algunos casos las fronteras políticas quedan delineadas por la vegetación y, presumiblemente, por mecanismos sociales, económicos y políticos diferenciados. Mientras en México se ha terminado con los bosques chiapanecos en Guatemala la destrucción ha sido menor haciendo que la frontera política sea un contraste entre el verde chapín y el ocre mexicano.
Aún no salgo de mi asombro de haber encontrado que uno de los cien sitios de desastre de este macabro desfile del PNUMA es Torreón. Sí, como lo oye. Nuestra ciudad se ha ganado a pulso esta dudosa distinción por abusar de su agua. Las fotos que la acompañan —y la página de Internet a la que se liga— nos muestra fotos de satélite de 1972 y de 1990 en donde el contraste es chileno, guatemalteco, aralesco. La sequía y el abuso de los acuíferos han hecho que el mundo tenga literalmente la mirada puesta sobre nuestro desastre.
Nuestro modelo de desarrollo es suicida, no cabe duda. Nos estamos asegurando, sin que nos importe un bledo, que las rimbombantes fiestas del centenario de nuestra ciudad sean también la erección de su epitafio. Porque una cosa es segura: al paso que vamos, no llegaremos a los doscientos.
fvaldes@nazasvivo.com