Con puntería de flechero medieval, Carlos Montemayor ha escrito que los perdedores deben aprender a perder, pero también que los ganadores deben aprender a ganar con claridad. Es cierto. Nos alejamos cada día más del 2 de julio pero nada, salvo lo que dicta el vocinglerío mediático, arroja una pizca de transparencia al triunfo de Felipe Usurpador. Así entonces, aunque en tele, radio y prensa lo coloquen como presidente electo, aunque cada vez sea más normal verlo en reuniones, en fotos, en mesas de diálogo y etcétera, muchos ciudadanos seguirán (seguiremos) entrecerrando los ojos y sesgando un poco la cabeza para mostrar un volteriano escepticismo sobre el triunfo supuestamente legítimo del michoacano.
En los días que pasan la estrategia de los medios es abrir todas las puertas a la cobertura sobre las actividades diarias del futuro presidente y, al alimón, cerrar todas las rendijas a cualquier información sobre lo que haga o deje de hacer el lopezobradorismo justamente derrotado. En ese hermetismo antipejista no deja de haber cabida, sin embargo, a uno que otro ladrillazo bien aplicado en el cráneo del mesías tropical, de Rayito, como lo llama Román Revueltas, Némesis periodístico de AMLO.
En su afán por sintonizar la señal del triunfador, muchos periodistas dan por muerto nuevamente al Peje y casi casi lo mandan al crematorio político, al más allá donde merecen estar los populistas y violentos (que no militan en el PAN). Ya en otro momento de nuestro pasado inmediato ha ocurrido lo mismo: un clamor mediático muy bien orquestado y un maldito Peje que, cual si fuese pinche ave Fénix de Macuspana, renace de sus cenizas y retacha al escenario principal para provocar dolores de hígado a la caterva nazi-da para administrar, con criterios de usurero en tiempos de sequía, la riqueza nacional.
Como muchos, no sé qué venga antes de que tome posesión Felipe Usurpador. Lo que sí puedo anticipar es que fueron tantos los agravios y fue tan nebuloso el proceso electoral (y peor el poselectoral) que la sombra del “perdedor” seguirá allí, tan grande como el apoyo popular que sólo se ha desdibujado para determinados medios, pero que en la realidad de a pie, entre la gente que se siente vejada, no deja de estar vivo como símbolo del cambio verdadero y no del cosmético.
Felipe Usurpador, por otro rumbo, cargará los pasivos de Fox, recibirá un país polarizado, inquieto y con índices de encono que él también ayudó a construir. Ahora habla de reconciliación, de diálogo; basta el recuerdo de su campaña para saber que es puro atole, que los puentes para llegar al contrincante no suelen renacer de sus cenizas.