La semana se congestionó en mi módulo de operaciones mimetizador y ya viene el miércoles 6 con nuevo abono para el fraude. Despacho, pues, en una entrega y para que no se petrifiquen en el tintero, tres apuntes de un jalón:
1) La historia política de México me recuerda mucho aquel humilde juego llamado “serpientes y escaleras”. La única diferencia que hallo es que en la realidad política del país casi no hay serpientes, es decir, mucho es ascender, mucho es escalera; y poco o nada es caer, poco es serpiente. El ejemplo vivo de lo que digo es el PRI, un muerto que en este instante, aunque los dados ya no le favorecen como antes, goza de cabal salud, como la envidiable y nonagenaria lozanía de Fidel Velázquez atribuida, si la memoria no me traiciona, a sus ingestas matutinas de leche bronca. El PRI, ya sabemos, venderá cara su zalea parlamentaria y por ese simple hecho ya es, de facto, una temible momia viviente.
2) Las grandes batallas sólo nos gustan en los libros de historia. Ahora, si las vemos cerca, preferimos sumarnos a la cargada indolora del que prefiere, por ejemplo, el estupro antidemocrático a la posibilidad, sólo a la posibilidad, de sufrir mínimas turbulencias en su vida cotidiana. La situación de “los revoltosos” es algo similar, muchos siglos después, a la padecida por los numantinos. Ubicada cerca de la actual Soria, en España, Numancia fue una población que se resistió a la conquista del imperio romano. Luego de muchos intentos fallidos, los soldados latinos arreciaron el ataque y los nativos fortalecieron su defensa. Quince meses duró el asedio y el cerco a la ciudad, que cayó vencida por el hambre en el 133 a.C. “Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse. Incendiaron la ciudad para que no cayera en manos de los romanos. (…) La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia (…) Esta lucha ha dejado huella en la lengua española, que acoge el adjetivo ‘numantino’ con el significado: ‘Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias’, según la Real Academia de la Lengua”.
3) Manuel José Othón cumple cien años de muerto en este 2006. Nació el 14 de junio de 1858 en SLP y murió el 28 de noviembre de 1906. Luego de estudiar leyes, fue agente del ministerio público y juez en algunas poblaciones del norte, y para nosotros es particularmente significativo que aquí, en Lerdo, desempeñó esas funciones vinculadas al derecho. La influencia del entorno lagunero se advierte en el “Idilio salvaje”, acaso su más famosa composición. A nosotros nos interesa sobre todo “Una estepa del Nazas”, perfecto soneto donde el reconocido Othón (Borges y Reyes lo admiraban) dibuja mejor que nadie el paisaje lagunero: “¡Ni un verdecido alcor, ni una pradera! / Tan sólo miro, de mi vista enfrente, / la llanura sin fin, seca y ardiente / donde jamás reinó la primavera. // Rueda el río monótono en la austera / cuenca, sin un cantil ni una rompiente / y, al ras del horizonte, el sol poniente, / cual la boca de un horno, reverbera. // Y en esta gama gris que no abrillanta / ningún color; aquí, do el aire azota / con ígneo soplo la reseca planta, // sólo, al romper su cárcel, la bellota / en el pajizo algodonal levanta / de su cándido airón la blanca nota”. ¿Y las autoridades de Lerdo harán algo para homenajear al mejor escritor que ha vivido en esa ciudad, señora Rosario? ¿Interesa esto lo mismo que las visitas de El Generalísimo Espino?