Hay de veras alegría en lo que voy a comentar: me agrada que Felipe Usurpador, nuestro presunto presidente electo, tenga los gustos líricos que confesó en una entrevista con la eximia periodista Adela Micha. Si el michoacano será impuesto como mandatario por las fuerzas del orden naziempresarial que rigen a México, es de reconocer que al menos el nuevo masiosare tenga dos o tres barajas literarias más que su ignarísimo predecesor, el presidente Fox que ni siquiera ha leído las instrucciones de un shampoo. El filipino, al contrario, citó con Micha a un poeta de culto, a Konstantino Petros Fotiadis Kavafis, mejor conocido por sus lectores como Kavafis a secas, casi como decir Dante, Quevedo, Darío, Paz o “Borgues”.
Hijo de un comerciante griego acaudalado, Kavafis nació en Alejandría, Egipto, en 1863. Muy joven, durante su radicación en Estambul, Turquía, comenzó su trabajo de escritura y al mismo tiempo gozó de sus primeras aventuras sexuales. Pronto brilló como poeta de fina sensibilidad, como observador atento de los intersticios más ocultos del alma humana. Hundura y sencillez, esas dos palabras tan difíciles de conciliar en un solo escritor, caracterizan a la obra de Kavafis, quien murió en 1933. Pasadas las décadas, le ocurrió lo que a Pessoa o a Bukowski: su nombre es casi una contraseña para demostrar que quien lo cita es culto y tiene gustos literarios no populacheros.
El poema comentado someramente por Usurpador frente a la Micha es “Ítaca”; el cuñado de Diego Zavala citó incluso uno o dos versos; traigo su fragmento más hermoso: “Mas no apresures nunca el viaje, / mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. / Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas”.
Como homosexual, Kavafis acuñó imperecederos poemas, algunos con atrevido desenfado. “En la calle”, por ejemplo, resalta la profundidad y la expresiva sencillez de su palabra al insinuar el cachondo éxtasis facial de un efebo: “Su simpático rostro, un poco pálido; / sus ojos castaños, como cansados; / veinticinco años, aunque aparenta más bien veinte; / con algo de artístico en su vestir / (tal vez el color de la corbata, la forma del cuello) / camina sin rumbo por la calle, / como hipnotizado aún por el placer prohibido, / por el tan ilícito placer que recién alcanzó”. Kavafis. Un gran poeta, sin duda.