En los primeros días transcurridos luego de su mañosa designación como presilecto (forma abreviada de presidente electo/predilecto), cuando comenzó la gira triunfal y cundieron ubicuas manifestaciones en su contra imaginé la vida de Felipe Usurpador como si fuera, en versión reality, la divertida serie de Tom & Jerry que todavía sigue haciendo las delicias (así decían endenantes los maistros de ceremonias) de chiquillos y chiquillas. No pasó mucho tiempo para que la involuntaria creatividad discursiva del prematuro ex presidente Fox atinara a decir, ayer en Durango, Durango, mi tierra querida, callada y tranquila ciudad colonial, que los reclamos ya habituales en cualquier gira son, como reza la guapachosísima cumbia, el jueguito “del gato y el ratón”.
No le ve Fox ninguna utilidad a tales reclamos, pero con todo y esa esterilidad los respeta pues “En este país hay libertad de manifestación y todo mundo puede expresarse, aunque sirva para muy poco (sic)”. Luego añadió que sería mejor que se dedicaran a trabajar, a estudiar, a hacer algo provechoso y no a deambular en la calle. Sin ponerse de acuerdo para responder, FeliPANcio PRIlatos, quien siempre tendrá las manos limpias pues lavándolas se pasa el día, padeció un rato de protestas en Tegucigalpa, Honduras, donde un corro de manifestantes bloqueó la carretera por donde iba a pasar la comitiva del ungido purépecha. Al ser interrogado sobre el hecho, el hombre del eterno aguamanil señaló: “No me percaté de las protestas”.
No ver utilidad a la indignación callejera o no percatarse de que existe es la mejor expresión del poder encapsulado en su burbuja de acero inoxidable llamada Estado Mayor Presidencial. Para ellos, y para muchos como ellos, la protesta no significa más que la vociferación absurda de inconformes salvajemente gruperos y no una posibilidad, a veces la única, que el pueblo de a pie o de bicicleta tiene para hacerse notar frente al petulante mandarín. Es cierto que la clase media intelectualoide ha ganado espacio en los medios, pero también es innegable que mucha gente no encuentra, para mostrar su desacuerdo, otro camino que no sea la manifestación pública del rechazo.
Más que descalificar, invisibilizar, minusvalorar o animalizar (los gatos son los ciudadanos y los ratones, quien lo duda, son Fox & Cia.) a la muchedumbre quejosa, debemos repensar el origen de este ambiente tan caldeado. Fox ya tiró la toalla (carísima, por cierto), pero Usurpador apenas ha comenzado a resentir arduos reclamos que lo perseguirán como sombras nada más. Lo malo de este show es que Jerry siempre suele salirse con la suya.