Un amigo necesita hacer un pago urgente; si no lo hace, tendrá problemas serios. No importa, piensa, “para eso tengo mis ahorritos en el banco”. Mi amigo es uno de esos pocos mexicanos asombrosos que tienen un peso extra guardado en el banco, por si las moscas. Y sí, un imprevisto lo sorprendió cierto día muy temprano y para salir de broncas fue al cajero automático de siempre, el de Banorte sito en el cruce de bulevar Independencia y Cobián, esto en Torreón. Para su mala suerte, como ocurría con frecuencia, la pantalla del cajero no emitió signos de vida.
Pensó rápido y en unos segundos resolvió, no sin molestia: el cajero de Banorte ubicado en San Isidro, al lado del Club de Leones. Y allá va, raudo. Al llegar, se encuentra con el aparato fuera de servicio, muerto. La molestia se encuentra ya en nivel dos, a punto de estallido. Son las 8.10 am y recuerda que Banorte tiene sucursal en la avenida Morelos y ¿Zaragoza? Es sucursal grande, así que el cajero allá será infalible. Llega en diez minutos, baja de su coche y se da el desastre: un pegote sobre la pantalla señala que los dos aparatos están inhabilitados por mantenimiento. Educada, cínicamente, el texto recomienda ir “al cajero más cercano”.
¿Cuál es el cajero más cercano? Piensa, piensa, y en un rapto de lucidez da con el sitio: Colón y Matamoros. Llega, estaciona su coche, va a la máquina y su suerte no puede ser más ruin: el aparato está indispuesto. Lee el mensaje y encuentra, ya con total pesimismo, su posible salvación: “Vaya al cajero automático con servicio al coche”. En efecto, ese cajero está allí mismo, exactamente a la vuelta. Va, mete la tarjeta, teclea y por fin una ranura escupe el dinero. Son las 8.40 am.
Cuarenta minutos de estrés, cinco cajeros y algo de gasolina le cuesta a mi amigo sacar dos mil pesos de su plata. Es demasiado, sobre todo si uno ve la publicidad mamona en la que todos los bancos se echan porras y se dan baños de humanitarismo, cuando en realidad son el mejor ejemplo del abuso y del mal servicio al cliente. Si fueran en realidad congruentes con su fachendosa publicidad, tendrían siempre dos cajeros juntos, y nunca uno de ellos estaría desactivado; si en verdad fueran justos, que nunca lo son, buscarían el mecanismo para no cobrar comisiones por concepto de uso de cajeros automáticos cuando el cliente ya haya visitado sin éxito una sucursal. No sé, harían algo que en alguna medida palie el mal momento que padecen quienes tienen que andar buscando como mendicantes un cajerito automático por el amor de dios.
Y ocurrió en “el banco fuerte de México”; no quiero imaginar si hubiera ido a uno “débil”.