miércoles, julio 02, 2025

Dos poemas ocultos

 












Este pequeño puente nació cuando encontré que entre las páginas de cierto libro viejo se ocultaba un poema tecleado con cinta roja en máquina eléctrica. Su título es “Nocturno y elegía”. Pensé que el autor podía ser un antiguo propietario del libro, pero al googlear el primero de los versos supe que lo había escrito Emilio Ballagas, cubano del que sólo tenía noticia gracias a la antología Laurel publicada por la editorial Séneca en 1941 con prólogo de Xavier Villaurrutia (que tengo en la edición de Trillas y suma un epílogo de Octavio Paz).

Ballagas nació en Camagüey, en 1908, y murió en el 54, apenas un año después del Asalto al Cuartel Moncada. Su semblanza deja ver que produjo varios libros y fue apreciado por escritores importantes de su generación. Tuvo amistad cercana con Eliseo Diego, Cintio Vitier y Fina García Marruz, y al calor de su temprana muerte Alejo Carpentier le dedicó una elogiosa nota necrológica.

Al leer el poema anónimamente transcrito encuentro que su tema se ajusta al planteo de la primera de las doce estrofas: “Si pregunta por mí, traza en el suelo / una cruz de silencio y de ceniza / sobre el impuro nombre que padezco. / Si pregunta por mí, di que me he muerto / y que me pudro bajo las hormigas. / Dile que soy la rama de un naranjo, / la sencilla veleta de una torre”.

Ahora bien, aquel poema me recordó, como un eco, “Alta hora de la noche”, del salvadoreño Roque Dalton (1935-1975). En este segundo caso, la idea es parecida: anularse en el ser amado tras la muerte. Dice: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre / porque se detendría la muerte y el reposo. / Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, / sería el tenue faro buscado por mi niebla. / Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. / Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. / No dejes que tus labios hallen mis once letras. / Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio. / No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto: / desde la oscura tierra vendría por tu voz. / No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre. / Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre”. Cortázar (con su erre afrancesada) y el grupo chileno Illapu alguna vez lo grabaron.

¿Conoció Dalton el poema de Ballagas? Seguramente sí, pero da igual si no. Ambos poetas izaron con sencillez y belleza el tremendo sentimiento de ya no-ser como definitiva conclusión de todo, incluido lo más doloroso: el amor.