El mejor termómetro de la realidad política nacional lo tiene Televisa. Su único defecto es que siempre debemos leerlo al revés: si el mercurio baja, es que hará calor; si asciende, en cambio, tendremos clima gélido. Ante esa infalibilidad, debemos estar pendientes de sus noticieros y sus programas de opinión, ya que por sistema informan y comentan animados por ese sutil y a veces no tan sutil trasfondo inverso. Paso a dar un ejemplo.
Ayer le pegué su monitoreo habitual a lo que, de Televisa, está al alcance de mi tiempo. Curiosamente, vi dos extremos de su programación: el noticiero madrugador de Carlos Loret y el programa muy medianochero de Denise Maerker. En ambos, funcionarios del IFE tuvieron amplios espacios para explicar lo que en verdad (“en verdad”) ocurrió el 2 de julio de 2007. Loret tuvo como entrevistado a Luis Carlos Ugalde. Fue un diálogo muy extraño desde el punto de vista de su producción, pues Ugalde aparecía en las instalaciones del IFE (el rótulo institucional se veía en un muro, detrás del personaje) y en apariencia Loret estaba frente a él, allí mismo. Cuando en mi televisor capté la señal del canal 2 ya había comenzado la conversación y no sé si alguna vez Loret y Ugalde se vieron a cuadro los dos juntos; esto lo comento por que en todo el rato que vi y escuché el diálogo, las preguntas y las acotaciones del periodista no parecían “montarse” de manera natural en la entrevista, sino que parecían editadas para simular un diálogo espontáneo en el que, por maravilloso y ágil que sea ya el arte de la edición televisiva, no dejó de exhibir una mecanicidad delatora precisamente de dos grabaciones distintas urdidas para simular una sola.
Esto puede parecer una nimiedad, pues el mensaje a fin de cuentas se da en los mismos términos. No creo que sea el caso. Si no fue una entrevista ortodoxa de televisión, ¿a qué viene tanto apuro por mostrar al consejero Ugalde en un diálogo aparentemente espontáneo pero en el fondo más preparado que un asalto bancario? Ignoro cuál es el móvil soterrado de esa edición, caso de que lo sea, pero lo que sí se puede asegurar es que Ugalde goza allí de tiempo lujoso para dar su opinión sobre el aparentemente olvidado 2 de julio. De todo lo que se le acusa, sólo reconoce que cometió un error, la frase polémica que dijo en lo más caldeado de la jornada electoral: que hay una “regla de oro” en las democracias, aquella que da la victoria al candidato que obtiene la mayor cantidad de votos, como lo hizo (“lo hizo”) Calderón.
Mucha tele, venidera quema de boletas, urgencia de relegitimación. Los apuros que pasa la camorra usurpadora para que su mentira siga en pie.