José Francisco Ortiz Pinchetti escribió el domingo que, así como firmaron un desplegado contra López Obrador, los intelectuales del régimen deberían disculparse luego de oídas las confesiones de Fox sobre su desquite electoral. No se disculparán, concluye Ortiz Pichetti, y sí armarán todo tipo de circunloquios para no encarar la cruda verdad: las elecciones del 2006 fueron un mamarracho. El presidente Fox participó flagrantemente en el proceso y con ello le dio una puñalada histórica a la democracia. Sólo faltaba que él lo reconociera, pues era evidente para todos. Ese reconocimiento del ex presidente, a diferencia de todo lo que se quiera decir acerca del 2 de julio, es irrefutable.
Es imposible, pero imaginémonos imparciales. Más: imaginemos que alguien llega de otro país y comienza a interesarse en los comicios mexicanos. Detractores y defensores de AMLO o Calderón le podrían acercar todo tipo de pruebas; unos, de que el juego fue sucio; otros, de que hubo aseo. No pasará mucho tiempo para que el hipotético extranjero termine hecho pelotas, confundido ante los argumentos en pugna.
Según lo mostraron muchas encuestas, AMLO comenzó a perder puntos en enero del 2006, le dirían al fuereño. Los pejistas refutarán: muchos encuestadores obedecieron a una línea; los principales directivos de Geo-Isa, por ejemplo, tienen hoy chamba en el gobierno. Es indemostrable, pero se sospecha que muchos estudios fueron arreglados para mostrar el súbito ascenso de Calderón.
Las gráficas de las encuestas de salida y del PREP enseñan el mínimo pero irreversible triunfo del michaocano, como lo muestra el libro de Carlos Tello, dirían algunos. Y los otros: han tenido menos difusión (obvio), pero muchos estudios elaborados por profesionales (algunos especialistas de la UNAM) indican que el rebase de Calderón es técnicamente imposible de cuajar. Frente a tanto número, frente a tanto parámetro, el interesado foráneo terminará en las mismas. ¿A quién puede darle la razón en este caso?
Los polemistas arremeterán con todo el arsenal de juicios y análisis dichos y publicados por la prensa, desde los de Carlos Alazraki (feroz antipejista) hasta los de Luis Javier Garrido (recalcitrante antiderechista), y en medio la gama de opinadores no radicalizados. En tal océano de pareceres, el extranjero no sabrá a quiénes creer, y nuevamente quedará en las mismas.
Unos le dirán, en fin, que fue una justa limpia, equitativa, republicana. Los otros simplemente citarán las declaraciones recientes de Fox sobre su participación, sobre su desquite. Esas sí son palabras irrefutables. Sólo un inmoral les prestaría poca atención.