El fin de semana pasado corrió con mucha fortuna una encuesta del periódico Reforma. Los sondeadores hicieron tres preguntas, todas formuladas para arrojar obvias respuestas. A la primera, “¿Cómo califica la conducta después de las elecciones de…?”, AMLO sacó 4.1 en una escala del 1 al 10; Fox, 6.6; Calderón, 7.1; el Trife, 7.1; el IFE, 7.2 y los ciudadanos, 8,2. “Está de acuerdo con que AMLO haga (sic) una convención el 16 de septiembre en el Zócalo, mismo día y lugar del desfile militar?”, fue la segunda pregunta; un 69% estuvo en desacuerdo; un 23%, de acuerdo y un 8%, no sabe. Y la más importante, la tercera: “Si hoy se repitieran las elecciones presidenciales, ¿por quién votaría para Presidente de la República?”; 43% por Calderón, 24% por AMLO y 10% por Madrazo.
No sé qué esperaba obtener la demoscopia de Reforma además de lo previsible, pero sí sé que ese ejercicio se inscribe en la campaña mediática para corear el desinflamiento de la coalición y con ello justificar la entrada en escena del garrote. De otra manera no me explico la puerilidad de esa encuesta. A estas alturas de exposición en los medios, de desgaste y de tiroteo despiadado desde casi todas las trincheras periodísticas, ¿quería Reforma que la gente votara por el Peje si hoy se repitiera la elección presidencial? Luego del justo y accidentado y borrascoso reclamo de transparencia en el recuento, ¿querían que AMLO obtuviera una calificación mayor al 4.1 que le asignan? ¿No hay en la pregunta sobre el desfile militar un tufo amarrador de navajas al ejército?
Conforme pasan los días se afianza la percepción inducida de la caída libre al vacío del Peje y sus “duros”, mientras por otro lado comienzan a chispear alusiones todavía muy alusivas, es decir, no explícitas, a la necesidad de meterle violenta camisa de fuerza a los “loquitos” que por fortuna ya no son más que unos cuantos. Es una pinza. Saben los de la sartén por el mango que la resistencia del Peje nació esposada: si no se radicaliza, será incapaz de hacerle mella a las “instituciones” y el movimiento se apagará pasado un tiempo breve, dada la hoy rápida capacidad de aburrimiento que tiene el ciudadano; si se radicaliza, se le tomará por “violento” y justificará así el uso de los bíceps (el sueño dorado de Fox).
La etapa de los pejistas duros llega en septiembre, de ahí la insistencia en sostener que la base popular de AMLO está menguada, que el Peje está solo. Por eso Javier Ibarrola, en su feliz columna de ayer, avisa que si el Peje insiste en su llamado a la insurrección se colocará, “junto con sus seguidores, al margen de la ley”, es decir, en el lugar ideal para aplastarlo sin metáfora.