Cuando la sigla identificada con la izquierda hace plantones provoca la histeria de las dos televisoras. Alarmadas, las señoritas Televisa y TV Azteca hacen sentir a su público que las manifestaciones son algo así como la tercera guerra mundial en miniatura. Es parte del show, y ya se sabía desde hace mucho (desde siempre) que iban a reaccionar de esa manera, con un sensacionalismo digno del programa Ocurrió así. El caso es asociar al PRD con la ingobernabilidad. Ese ha sido, históricamente, el papel que el poder le ha asignado: apoyar a la izquierda es apoyar a quienes sólo entienden el camino de la bravata y del choque para hacer política.
El Estado violento, ese que juega sucio todas las partidas, acusa de violentos a quienes sólo pueden hacer ver su repudio por medio de la resistencia civil pacífica. Pero la izquierda actual (a la que se le sigue llamando así sólo en función de la radicalidad ultraderechista) ha pasado del precepto marxista de la violencia como gran partera de la historia a la participación en comicios atenida a reglas de juego electoral. Si antes no había más camino para arrebatar el poder al zar incluso allí donde no existían los zares, el tiempo permitió luchar en otras palestras a la izquierda. Lo único malo es que en algunas de nuestras pobres repúblicas bárbaras la oligarquía (así se le llamaba antes a la oligarquía) no está muy dispuesta a ceder nada por medios civilizados. El caso más famoso sigue siendo el de Allende en Chile: ganó en las urnas como socialista y fue defenestrado, no precisamente con rosas, por la CIA y los mi(li)cos chilenos.
Es cierto que no hay violencia poselectoral en las calles del DF, pero los medios abonan a la irritabilidad social con coberturas sensacionalistas como la de anoche. Ese es, de hecho, otro de los flancos de su lucha: el Estado le apuesta al cansancio de la población, pero también al miedo y al rechazo de la base social necesaria para sostener movimientos como el encabezado por AMLO. ¿Y si sucede lo contrario? Más: ¿y si ya está sucediendo y sólo vemos lo que los medios quieren que veamos? Puede ser que el enojo difundido por los medios sea una hiperbolización (¿cómo saberlo?) de los casos en los que en verdad hay fastidio ciudadano, pero de eso a crear histeria, de eso a inventar la ficción pacheca de una izquierda salvaje hay un trecho amplio. Al menos por hoy, la izquierda usa y agota todos los recursos pacíficos y legales a su alcance para luchar contra una institucionalidad podrida, ésta sí verdaderamente violenta y que por lo visto no se tentará el alma para hacerse del país otros seis añitos más.