A estas alturas del latísimo proceso electoral ya no queda duda de que, ante la transición concertada del 2000, el 2006 evidencia un franco retroceso en términos de transparencia electoral. Eso se debe a que el del 2000, que se antojaba turbulento dado el septuagenario monopolio priísta, fue en verdad terso porque nunca hubo cambio de nada. Lo que más importaba, no pisarle los callos al poder económico, cuidar a ultranza los intereses de unos pocos, fue con Zedillo y es con Fox una misma y pura cosa. De ahí el aterciopelado cambio de estafeta, una cesión que mucho tenía, más bien, como se puso de moda con Salinas, de concertacesión.
La fiesta se aguó cuando, más allá de la macroeconomía que en México tiene veinte años de mostrar indicadores halagüeños, abajo, a ras de tierra, la gente comprendió lo que ganan Slim y compañía. Este país, como pocos en el mundo, tiene fortunas majaderas, de revista Forbes, y al mismo tiempo un ritmo imparable de éxodo por pobreza extrema. A menos que se piense que los miles de mexicanos que buscan suerte en EUA lo hacen por turismo laboral, es incuestionable que los bajos salarios, el desempleo y otras mil carencias empujan al mexicano abajeño hacia el albur del sueño gringo.
De allí surge, y prende, la figura de AMLO. Su movimiento entendió muy bien, con todo y la escoria priísta que se sumó gracias a esos oportunismos que en México nunca faltan, lo mucho que el pueblo agraviado necesitaba un discurso que no escondiera su deseo de transformar al Estado gerencial en un Estado social. Le gente, harta del atole con el dedo que han sido los últimos gobiernos, salió a la calle, apoyó, creyó sinceramente en la limpieza del filtro electoral, y por eso antes de las elecciones se vio claro que, más entre las cúpulas empresariales, todo era aceptable, menos que ganara el loco ése que enfatizaba, así fuera de a mentiras, su anhelo de desmantelar el modelito de 25 años. Por eso los videos, por eso el desafuero, por eso la campaña negra de espots, por eso la jornada oscura del 2 de julio, por eso el manipuleo de los paquetes que luego se abrirían para “el recuento” por órdenes del Trife. Todo, sin embargo, se ha dado en términos pacíficos, sin derramamiento de nada.
Pero lo ocurrido en San Lázaro y las declaraciones de Calderón en el sentido de estar listo para gobernar pese al malestar social, muestran que la mano dura amaga con enseñorearse por el país, principalmente en la capital, donde me parece que es imposible la tranquilidad si no hay recuento íntegro. Nadie esta preparado para el escenario de la radicalización violenta, pero ya asoman sus conatos.