Hace rato que no estaba de acuerdo con López Dóriga. De hecho creo que, aunque él no lo sepa ni le importe saberlo, nunca he estado de acuerdo con López Dóriga. Pero ayer coincidimos en lo fundamental, sólo que de ahí desprendimos diferentes conclusiones. Para el periodista estelar de Televisa, “Fox jamás pensó, bueno, jamás creyó llegar a esta aduana en medio de una crisis de la que es parte desde que se empecinó en impedir, vía desafuero, que Andrés Manuel López Obrador lo sucediera, vamos, que ni siquiera compitiese electoralmente, lo que se convirtió en una obsesión”.
Más delante, en su columna de ayer añadió que “Aquel día de Semana Santa de hace dos años, Fox marcó su destino y el de López Obrador al convertirse en el principal promotor de su candidatura en una paradoja, casi tragedia, shakesperiana: proyectar al odiado enemigo hasta convertirlo en el candidato más popular”.
El meollo de su argumentación se encuentra en esos dos refulgentes parrafitos. Yo dije ayer que sobre tal tema (los ataques de Fox a AMLO) “no polemiza nadie, a menos que quiera ser tomado como un tonto”. López Dóriga y cualquiera lo da por hecho: el presidente se “empecinó en impedir”, por todos los medios posibles, “que Andrés Manuel López Obrador lo sucediera, vamos, que ni siquiera compitiese electoralmente, lo que se convirtió en una obsesión”.
Pero antes de las elecciones se dio otro tiro por la culata foxista: “proyectar al odiado enemigo hasta convertirlo en el candidato más popular”. Yo dije ayer: “catapultaron al enemigo público número uno de la patria y prácticamente lo colocaron en el estrellato político”.
Acaso resignado al maquiavelismo extremo de la polaca mexicana, o acaso lo que sea, López Dóriga termina diciendo que, pese a los costos de la maquinación antipejista, “Fox se salió con la suya diga lo que diga el Tribunal Electoral: que López Obrador no llegará a la Presidencia de la República”. Más allá de consignar lo que a todas luces ha ocurrido, me parece fundamental que, dada la evidente (para todos) turbiedad con la que se condujeron Fox y el Estado que él encabeza, y dado que para el presidente el plan de aniquilar a AMLO “se convirtió en una obsesión” (las obsesiones, hay que agregar, no se curan con Mertiolate), lo lógico es que ese proyecto llegara al 2 de julio, es decir, que ese día nuestro mandatario todavía estaba metido de lleno en el enmierdadero electoral. Es lo lógico para mí, no para López Dóriga.
No creo en los arrepentimientos de último minuto. Fox tramó una imposición desde “Aquel día de Semana Santa de hace dos años” y hoy estamos a punto de verla consumada. Como dijo Muñoz Ledo, “¡Es un incendiario disfrazado de bombero!”.