La fama es así: cuando la fortuna o la desgracia caen sobre ella, todo parece alcanzar dimensiones bíblicas. Porque la fama es, en principio, un capital simbólico que a su vez genera dinero. La muerte, el atentado, el divorcio, la boda de un famoso son billetes que hacen sonar cajas registradoras. Lo ideal sería, pues, que ante el ataque a un personaje no tocado por la dicha (algunos pocos creen que es lo contrario: una desdicha) de la celebridad los medios otorgaran el mismo tratamiento que le asignan al personaje encumbrado. Pero el comportamiento actual de los medios no avanza por esas vías: los medios magnifican el suceso en función no del suceso, sino del personaje. La noticia adquiere valor no tanto por el espantoso qué o el reiterado dónde, sino por el visible quién.
Todos los días en cualquier parte del país son cometidas atrocidades idénticas o peores que la perpetrada contra Salvador Cabañas. Todas son igualmente tristes y lamentables. La del delantero del América, sin embargo, adquirió una notoriedad mayúscula en función de lo que el personaje significa simbólicamente: es el mejor jugador del deporte más popular del equipo más promovido por el medio de comunicación más poderoso de México, y además su dueño. Creo que todo esto no atenúa, para los antiamericanistas o antitelevisistas, la gravedad del hecho: fuera o no Salvador Cabañas, un balazo en la frente es una muestra de barbarie que no merece nadie, y nada más obvio que exigir la rápida detección y apresamiento de los culpables.
Lo que veo detrás del manejo informativo me revela más sobre la realidad que padece el país que sobre el obvio comportamiento de la prensa en este caso. Aquí y dónde sea, un personaje tocado por la fama va a ser seguido por las cámaras y los micrófonos haga lo que haga. Eso lo damos por descontado. No asombra, entonces, la inmensa cobertura que detonó el atentado; lo que cautiva en todo caso es la miseria que hay detrás de un país que exige a los ciudadanos el recurso escasísimo de la fama para entrar en el interés de las autoridades y los medios luego de un desaguisado.
No devalúo lo terrible de la agresión contra el futbolista paraguayo. Sé que él y su familia, en primer término, están pasando ahora por momentos de tenso dolor y a muchos nos alegraría leer la noticia de que Cabañas ha quedado fuera de peligro y pronto volverá a sus actividades normales en plenitud de condiciones. Lo digo con toda sinceridad, pues el también seleccionado guaraní es un hombre con facultades notables para desarrollar una actividad sana, de donde precisamente proviene su celebridad. Lo que lamento es que tenga que ser un hombre de elevado prestigio quien remueva un poco, durante unos cuantos días, el adormecido accionar de las autoridades y los medios y no las mil y una historias de dolor que todos los días y a toda hora manchan de sangre el mapa del país.
En el escenario de miedo e indiferencia/impotencia al que nos ha atado la violencia ubicua, es triste comprobar que sólo las víctimas con alguna forma de poder serán atendidas a fondo y con el mayor escrúpulo. Los otros casos, a la fosa común del olvido, si bien les va.