miércoles, enero 06, 2010

La salud no es primero



Los más competentes encuestadores del mundo podrían ahorrarse el jale en México si preguntaran cómo anda el abarrote del estado anímico. Con vivir aquí basta para saber que, como dice el ranchero, quedamos bocabajeaos. Luego del 2009 y luego de unas fiestas que no nos merecíamos pero que de todos modos aprovechamos para distraernos del desastre, el alma chacualotea en los calcetines y ni los más renovados optimismos políticos son capaces de alentar en la ciudadanía una mentalidad que no sea, si bien nos va, la del escepticismo. Dicho de otro modo, la única certeza que tenemos es que nos irá del diantre si la economía y la política de altura (de altura porque se maneja arriba, no por su buena calidad) siguen el tortuoso camino del 2009.
Roy Campos, el famoso cabecilla de Consulta Mitofsky, ha trabajado una encuesta que refleja con números lo que ya sabemos por gestos o simplemente porque lo padecemos en pellejo propio. Indagó en la perrada qué tan bien o mal le fue en el 2009. No creo, como muchos, en los dogmas demoscópicos que han creado el fundamentalismo de las cifras, sean trucadas o no. Pero ésta de Mitofsky me resultó interesante porque trata de bucear en algo que de todas formas se ve en la superficie: el estado de ánimo derivado de un año que nos partió, como hachazo, la mandarina.
Los datos no pueden confirmar mejor lo que, reitero, ya sabemos porque lo miramos todos los días en el espejo y lo vemos todas las noches en desconsoladoras pesadillas. Para empezar, el animómetro registró que el 55% de los mexicanos aseguraron que el 2009 los trató peor que el 2008. Esa caída representa un bajón del 7% y 24% con respecto a 2007.
En el casillero de los rubros en los que aseguramos nos ha ido del asco, los mexicanos afirmamos que la economía crujió (el 87%), que la política sigue manteniendo sus pésimos estándares (78%) y que la seguridad vino a menos (76%). Llama la atención, y no sé si esta lectura sea correcta, que un problema atroz, como la seguridad, no sea percibido con la alarma que sí es depositada en la esfera de lo económico. Así estará la evaporación de las oportunidades y el dinero, que es percibida con mayor pesadumbre que la ola de matanzas provocada por la inútil guerra contra el narco.
Primero la salud, luego lo que sea. Tal es el deseo habitual en el que nos obligamos a creer cuando emprendemos el ascenso de un año nuevo. Para los mexicanos de hoy, según Mitofsky, la salud tiene menor importancia que la economía y el empleo. En otros términos, no importa que nos azote el chahuixtle, siempre y cuando conservemos la chamba que asegure el cada vez más escuálido taco nuestro de cada día. Y eso que tenemos un presidente especialmente consagrado a expandir el empleo para vivir mejor.
El balance del 2009, y de los años próximo pasados, es machaconamente negativo, tanto que apenas asombran los resultados fúnebres de sondeos como el de Campos. En este contexto, en este México andrajoso y pordiosero celebraremos (¿celebraremos?) las dos fiestas nacionales por las que tantos y tantos hombres murieron años ha. Igual, en este contexto de pesimismo festivo comenzarán a moverse, cada vez con mayor fuerza, las mazacuatas que miran hacia el 2012 con ojos cargados de ilusión.
Mientras, en medio, en la anchísima franja de los muy pobres, los pobres y los que van que vuelan hacia allá, los mexicanos que hacen mayoría verán cómo se diluye otro año, éste que inicia, sin poder enderezar el rumbo kafkiano que sigue, al parecer sin freno, el destino del país. Y aprovechando que llegó Kafka, en su relato sobre la construcción de la muralla china dibuja una alegoría sobre esas edificaciones monumentales, sobre esas hechuras fuera de todo orden, tan grandes que alcanzan el tamaño de un país. Nuestra muralla china es la bancarrota material y moral, una pieza espeluznante de la ingeniería política cuya atrocidad llega al grado de persuadir a la ciudadanía de que la salud es menos importante que el empleo. Cuando eso pasa, de seguro la situación está en la plenitud de sus ardores.