lunes, mayo 19, 2008

Lo que el foxismo se llevó



Además de dinero e impunidad, el foxismo se llevó un vicio retórico de pavorosa baratura: el hablar y escribir siempre con la políticamente correcta inclusión del macho y de la hembra. El tic quería ser serio, pero sin remedio derrapaba hasta enlodarse en la caricatura del “chiquillas y chiquillos” y del “ciudadanas y ciudadanos”. Tan mentecata resultó aquella formulita del discurso con botas que hoy nadie en su sano o insano juicio la emplea. Es, como quien dice, una joven antigualla de la comunicación, un recurso que llegó para no quedarse.
En la FIL del año pasado grabé la participación de Gonzalo Celorio en una mesa redonda; días después, Renata Chapa hizo la trascripción; no lo publiqué en su momento, pero todavía es interesante lo que dijo el autor de la novela Amor propio y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. “También la Academia está en contra de la hipercorrección. Siempre hay un mesero, cuando uno llega a un restaurant y pide un vaso de agua, que con cierta sutileza lo corrige a uno y dice ‘un vaso con agua’, como si la preposición ‘de’ no significara también contenido. Ese mesero va en la noche a comprar una botella de tequila y jamás se le ocurriría pedir en la tienda de abarrotes una ‘botella con tequila’.
También habría que luchar contra la anfibología. En México tenemos una peculiaridad para la utilización de la palabra ‘hasta’. Cuando uno se topa con un letrero que dice ‘La taquilla abre hasta las seis’, uno no sabe si a las seis abre o a las seis cierra. Es terrible. Un anuncio de televisión decía ‘Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto’. Eso quiere decir que siempre se sintió a gusto ese señor y hasta que usó la camisa Manchester, empezó a sentirse de la fregada.
También habría que ir en contra del artificio que se utiliza muchas veces por razones de corrección política. Ahora tenemos que decir ‘los ciudadanos’ y ‘las ciudadanas’; ‘los mexicanos’ y ‘las mexicanas’ porque hay una especie de confusión entre especie y género. Ahora, para ser políticamente correcto, uno tendría que decir ‘la perra’ y ‘el perro’ son ‘la mejor amiga’ y ‘el mejor amigo’ de ‘la mujer’ y ‘del hombre’ indistinta y no siempre respectivamente. ¡Carajo!
Hay un columnista semanal del diario Reforma que siempre dice ‘Lectora, lector querido’. Eso quiere decir que la lectora no es querida. Sólo el lector. Me he dado cuenta de que cuando hay dos palabras para diferenciar al hombre de la mujer, las mujeres, en aras de la igualdad, quieren que haya una. Y cuando hay una sola, las mujeres, en aras de la diferencia, prefieren que haya dos. Cuando existe la palabra ‘presidente’ ―no existe la palabra ‘presidento’; ‘presidente’ es el participio activo del verbo ‘presidir’― las mujeres quieren que haya ‘presidente’ y ‘presidenta’, ‘jefe’ y ‘jefa’. Y cuando hay dos, como ‘poeta’ y ‘poetiza’, ‘líder’ y ‘lidereza’, las mujeres dicen ‘Yo no soy poetiza. Soy poeta’. Y ‘lidereza’ tendrá otra connotación espeluznante.
Contra la perífrasis innecesaria. Hace unos días estuvo aquí el señor presidente y no sé si se habrán percatado de que él nunca ‘llega’; ‘hace su arribo’. Es como una especie de desfiguro, ¿no? Todos ‘llegamos’, pero el presidente ‘hace su arribo’; todos ‘dormimos’, pero el presidente ‘pernocta’. Es verdaderamente espantoso. Una perífrasis inútil. Si uno llega, por ejemplo, a una tienda de equipos para hacer ejercicio, el dependiente enseña una caminadora y dice, ‘Esto es muy bueno para lo que es el abdomen’. No es para el abdomen, sino para ‘lo que es’ el abdomen; o para ‘lo que viene siendo’ el abdomen, ¡que es peor todavía! Y si uno llega al taller mecánico con su coche, nos dicen: ‘Es que está mal lo que viene siendo la suspensión’. Y en la medida en que es más perifrástico el asunto, más cara va a ser la cuenta de la reparación del automóvil…”.