Siempre me ha encantado el gusto naive de los concursos de belleza, sobre todo en dos etapas: trajes típicos y de baño (aquí emito un cachorro “mmmm” mordiéndome el labio). Confieso que tengo algunos años de no seguir ese espectáculo, pues con tantos canales de televisión ya nunca sé en dónde ni cuándo desfilarán las imponentes beldades ante los voraces ojos de la ecumene. Por ese motivo no han dejado de atraerme a la lectura las notas sobre la participación de México en el venidero Miss Universo 2007 a celebrarse en mayo entre Cancún y el DF. Cuento.
La sorpresa, el as bajo la falda que nuestro país ha preparado para el certamen, es el traje “tradicional” de la representante azteca, una hermosa trigueñita de nombre Rosa María Ojeda, fiel ejemplar de la belleza que caracteriza a las sucesoras de Lupita Jones. Ese vestido es una joya del arte kitsch, la más acabada imagen del gusto que se ha venido imponiendo en México desde que la sinarquía se hizo del poder. La prenda que portará la señorita Ojeda, según los cables, muestra en el amplio vuelo de sus pliegues (aquí, con esta frase, me sentí Sara Bustani conversando con Pepillo Origel) “pintadas a mano, figuras de campesinos colgados de postes telegráficos, mujeres en misas clandestinas y escapularios, así como la imagen de la Virgen de Guadalupe”. A la usuaria de esa pieza textil ya se le conoce, obviamente, como “Miss Cristera”.
María del Rayo Macías, la diseñadora del traje que ganó la posibilidad de atravesar la pasarela universal de la belleza (aquí me siento Raúl Velasco narrando desde ultratumba) ha comentado que, como oriunda del Bajío, la influencia del pensamiento cristero le ha dejado una marca cultural indeleble: “María del Rayo es arquitecta y vive en Encarnación de Díaz, Jalisco. Desde hace cinco años ha diseñado el traje de Señorita Encarnación y el año pasado no sabía sobre qué tema hacerlo. ‘En esta región, en Los Altos de Jalisco, la gente sigue siendo muy religiosa; está muy presente la Cristiada, es un tema de plática muy común’”. Fue así como, tras un chispazo de ingenio, la diseñadora de Encarnación metió toda la encarnación al asador y decidió confeccionar un atuendo con ahorcados y escapularios, digno de los vientos que soplan para la patria forjada a golpes sobre el yunque.
El gobierno de Ebrard ya pidió que la chica no desfile con ese vestido. Mala idea. Yo propongo que no sólo desfile con tan linda prenda, sino que en la prueba de bikini, con lentejuelas, dibuje en cada triangulo pectoral los rostros de Sandoval Íñiguez y de Norberto Rivera, y en la partecita frontal de la tanga el de Serrano Limón. Sería exquisito.