No sé quién sea “HS”, pero su “Malvinas: recordando a un miserable” es un excelente artículo del ortiba.com sobre la necesidad de hacer memoria también sobre las lacras que, en el lado opuesto al heroísmo, sirven de mal ejemplo a la humanidad. Es, apretada, una síntesis biográfica sobre Alfredo Astiz, militar argentino que encarnó, que encarna, lo peor del ser humano:
“Durante estos días la conmemoración del 2 de abril de 1982 y las notas alusivas seguramente inundarán la primera plana de los medios. Seguramente se definirán consignas como que la gesta en defensa de la soberanía debe diferenciarse correctamente de la dictadura que la prohijó. Seguramente se ensalzará el heroísmo desmedido de algunos combatientes. Pero también es bueno recordar que la cantidad de ex combatientes suicidas supera en 2007 la cantidad de caídos en combate, exceptuando los muertos del Belgrano. Recordar que mientras los militares improvisaban sobre el terreno sin la más mínima inteligencia geopolítica y el pueblo se conmovía por la recuperación del ansiado territorio, la ‘hermanita perdida’, los medios promovían y alentaban un ridículo y patético patrioterismo, la más de las veces puramente comercial, sin que hayan intentado después ningún tipo de autocrítica.Recordemos a un miserable: el infiltrado en el grupo de Madres de Plaza de Mayo bajo el nombre de Gustavo Niño, supuesto hermano de un desaparecido, que ‘marcó’ a las principales dirigentes, entre ellas Azucena Villaflor, quien fuera secuestrada, arrastrada a la ESMA y arrojada viva al mar desde aviones de la Armada. (…) Y de tantas otras barbaridades que quizás jamás nos sean reveladas, como la emboscada, secuestro y muerte de Rodolfo Walsh. El 26 de abril de 1982, este miserable estaba a cargo del comando de élite ‘Los Lagartos’ en las islas Georgias. Ese comando era la única presencia militar argentina en las Georgias, zona de conflicto bélico, por lo tanto era la primera y única vez que el miserable pudo haber justificado con suprema razón y justicia el uso legítimo de las armas que el pueblo argentino pagó y entregó a las fuerzas armadas con el fin de ser usadas en defensa de la soberanía territorial.
Pero el miserable que no dudó en dirigir el fuego contra chicas indefensas (…), ni en secuestrar monjas, el miserable a quien no le importó un carajo la vida de otros civiles argentinos, el que se ufanaría con soberbia vileza ante la prensa ‘Soy el hombre mejor preparado técnicamente para matar a un político o a un periodista’, cuando las tropas británicas iniciaron el desembarco en Puerto Leigh, de inmediato izó la bandera blanca”.