Y luego se preguntan por qué hay evasión fiscal en México. Por un lado Hacienda persigue con jauría a los contribuyentes hormiga y por otro permite que los grandes capitales se muevan a su antojo en materia tributaria. Quien lo dude, que se asome a una de las noticias más importantes que circularon ayer martes: “La Auditoría Superior de la Federación (ASF) informó que en el quinto año de gobierno de Vicente Fox, las dos cadenas televisivas sumaron créditos fiscales por mil 521 millones 821 mil 200 pesos, mientras que en el mismo ramo de entretenimiento y comunicaciones, ‘una compañía editorial'’ debe al fisco 2 mil 675 millones 476 mil, y cuatro clubes de futbol adeudan 2 mil 178 millones 880 mil 200 pesos”.
Vistos así, los números parecen (son) inmensos, pero no dicen mucho al ciudadano de a pie. Hay que complementar esas cifras con otro párrafo, éste: “La auditoría también realizó un ejercicio para ‘mostrar un orden de magnitud del efecto que implican las elevadas cifras de devoluciones de impuestos y los créditos fiscales’, facilitados por la legislación tributaria. Para ello sumó la diferencia entre las carteras inicial y final de créditos fiscales de 2005, que fue de 68 mil 470.7 millones de pesos, y las devoluciones de impuestos por 149 mil 849.7 millones. ‘El dato resultante fue equivalente a 27.5 por ciento de los 793 mil 6.7 millones de pesos que captó en ese año, como ingresos tributarios, el gobierno federal’, aseguró.
Casi el 28 por ciento, entonces, de lo que ingresó, o debió ingresar, al arca pública volvió a las manos de los evasores de pipa y guante. Esta situación deja muy mal parado al sistema tributario mexicano, que suele ensañarse con la pequeña y la mediana empresa y deja abierta a los tiburones, como Televisa y TV Azteca, la oportunidad de que no paguen un quinto al fisco.
Sobre el caso, el editorial de ayer de La Jornada nos pinta un fresco del desastre provocado por la inequidad hacendaria: “Los 100 mil millones de pesos que no ingresaron a las arcas nacionales representan también, cinco años del gasto anual de la Universidad Nacional Autónoma de México; con esos recursos muy bien se hubiera podido abatir el desabasto de medicinas en el Instituto Mexicano del Seguro Social y en el ISSSTE, o dar mantenimiento a toda la infraestructura de oleoductos de Pemex”.
Vuelvo al inicio de estos párrafos: y todavía nos preguntamos por qué el ciudadano común (ése que con un salario flaco debe pagar impuestos que enflaquecen aún más su ingreso) odia a la Secretaría de Hacienda. El peso de la economía nacional está, pues, para colmo, sobre el lomo de las economías pequeñas.