Soy, como todo mundo no lo sabe, empedernido fan de la lucha libre. De hecho, mi misa dominical ocurre los jueves en la noche, cuando asisto a la Arena Olímpico Laguna para ahorrarme el pago de un psicoanalista. Aunque es un espectáculo familiar y nadie, salvo los luchadores, corre peligro, el tono de los gritos a veces rebasa algunas rayas de la decencia y, por ello, lo recomiendo poco como divertimento infantil. Abunda, pues, lo pelangocho, lo naco, lo carrillento más sincero. No me considero villamelón, y por eso he visto que, poco a poco, en los últimos años, la lucha consigue más adeptos fresas, cherrys. Los aficionados de abolengo no reclamamos nada, pues la burguesía local suele llevar lo único bueno que posee: lindo personal femenino, lo cual le añade al espectáculo un encanto totalmente (Gómez) Palacio. En la lucha he visto incluso, porque han asistido por allí alguna vez, a muchos personajes como el Flipy Nevares, Roberto Fernández, Sofia Camil, Paco Amparán, Gerardo Hernández, Daniel Guzmán. El jueves pasado, por ejemplo, asistió Idoia Leal. Monsi, nuestro monero estrella, es de los que nunca faltan, de los míos.
Digo esto porque el domingo fui al beis luego de no hacerlo en casi una década. Junto a mi padre y a mi hermano, reviví un poco aquella infancia en la que el Unión Laguna fue grande en el estadio rosa. Realmente me impresionó lo bien armado que tienen todo el show, el deseo de ofrecer digno espectáculo con los Vaqueros. Supongo que, en general, es un calco de las maneras gringas de promover el beis, aunque de seguro hay elementos que aquí fueron creados. Más que el fut, más que básquet, mucho más que la lucha o el box, el beis es un deporte familiar, una espléndida oportunidad para reunir al clan. El estadio luce maravilloso, con perfecto césped, impecable iluminación, visible pizarra, todo. La mascota, el pollo, es un personaje gracioso y además de la sabrosa carne adobada de los legendarios lonches beisboleros, las vaqueritas añaden el toque de jugosa carnacua que ahora es casi imprescindible para jalar la atención de la babeante perrada varonil.Sólo dos o tres recomendaciones que espero escuchen quienes le están metiendo los kilos al equipo: hay exceso de publicidad fija y en la pantalla de video; uno termina por sentir que es un aparador y no un deporte. Nunca debe haber música con jugadores en el cuadro, pues el beis es un deporte para irse platicando. Y, como lo explica muy bien una carta de ayer escrita por el señor Higinio Esparza, es de mal gusto, e impune, zaherir al público con la cámara y la pantalla. Por lo demás, todo muy bien. Tenemos buen beis.