La Opinión difundió ayer la noticia sobre el más reciente premio obtenido por Vicente Alfonso Rodríguez Aguirre (Torreón, 1977), el Nacional de Literatura Policiaca (Conaculta/Gobierno de Veracruz) cuyos lujosos jurados fueron Enrique Serna, Federico Campbell y Vicente Francisco Torres. Yo me enteré del logro el martes pasado, pues el talentoso lagunero vino del DF y aniquilamos unas gorditas celebratorias en Poquito Lunch. Dejo que él describa su galardonada aventura narrativa: “Comencé a escribir Partita para mujer muerta a mediados de 2004, robándole tiempo al trabajo que tenía entonces; era editor de un diario. La historia venía cocinándose desde 1995, cuando leí en la biblioteca de la Facultad de Música de la UANL las crónicas del escándalo que desató La consagración de la primavera, de Stravinsky, durante la noche del estreno.
Trabajé algunos fragmentos aislados en el taller de Saúl Rosales, a quien considero un gran maestro. Él me alentó mucho a seguir el camino de la novela, sin descuidar, por supuesto, el agotador ejercicio de los cuentos. A mediados de 2004 entregué un par de capítulos como proyecto para pedir la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas (flm), pero fue hasta la convocatoria 2005 en que fui aceptado. El maestro Orlando Ortiz, quien dirige un taller abierto en la flm me hizo ver la necesidad de afinar el tono y de visualizar bien las anécdotas que quería narrar: él ha leído gustoso las diferentes versiones y ha señalado con puntería infalible los pasajes débiles. Además me ha orientado mucho al sugerirme textos para estudiar la tradición de la literatura policíaca. También he trabajado la novela con mi tutor, Bernardo Ruiz.
En relación a trabajos anteriores, he buscado para esta novela una prosa más parca, seca, que transmita mejor lo narrado. Tuve que sacarle tres kilos de adjetivos al primer borrador, y amarrarme las manos ante la tentación de sembrar imágenes y metáforas al gusto. Muchas veces ponía, antes de comenzar a escribir, un vallenato que estaba muy de moda hace diez, doce años: ‘Los caminos de la vida’; de algún modo me hacía revivir mi época de estudiante de composición, pues no había día que no escuchara en Monterrey esa canción en las calles. Y ocurrió algo que no esperaba: después de casi una década de tener empolvados mis discos de música clásica, sentí la necesidad de escucharlos otra vez.
Por lo pronto, en la fundación seguiré trabajando un libro de cuentos sobre gemelos [Vicente es gemelo de Toño] llamado Señas particulares que espero terminar antes de que concluya mayo. Además estoy trabajando una serie de crónicas de viaje”.