Si en este momento me preguntaran cuál ha sido el intelectual más importante que ha visitado La Laguna en el año del centenario torreonense, no me temblaría la palabra para subrayar, categóricamente, que es el doctor Mario Bunge. Profesor en la actualidad de la Universidad McGill, en Montreal, Bunge nació hacia 1919 en Buenos Aires y a lo largo de su vida ha producido una obra científica y filosófica impresionante, tanto que, desde hace décadas, es considerada una de las personalidades más sobresalientes del pensamiento mundial.
Invitado por la UAdeC y la SEP mediante la iniciativa del doctor Roberto Tuda Rivas, maestro de la Facultad de Economía, Bunge impartió un curso sobre investigación científica y conversó con la comunidad universitaria sobre su experiencia como investigador, docente y autor de numerosas obras relacionadas con dicho campo. Asistí a la sesión de ayer y aseguro que la presencia del doctor Bunge fue un lujo y se ubica más allá de lo que estamos acostumbrados a ver y oír por estos rumbos, de ahí que la Facultad de Economía, Mercadotecnia y Sistemas de la UAdeC-Torreón, y particularmente el doctor Tuda Rivas, merezca una entusiasta felicitación. Nuestro máximo centro educativo cumple así, al invitar a intelectuales de tan alto nivel, con su labor de difusión del conocimiento, un acierto que ojalá se repita con mayor frecuencia.
Con la solvencia propia del erudito que todo lo sabe y lo que ignora lo indaga en la realidad y en los libros, Bunge discurrió sobre los complejos obstáculos que en nuestros días encara la investigación. En lo particular le hice algunas preguntas relacionadas con el actual estatus de la ciencia en América Latina. De todas las opiniones que le pedí, la más coyuntural es una que se relaciona con el rectorado que viene tras la reciente dimisión del ingeniero Jesús Ochoa. ¿Qué le recomendaría al nuevo rector de la UAdeC en materia de investigación? Respondió: “Primero, lo más fácil desde el punto de vista administrativo, preguntar a los investigadores existentes cuáles son las cinco o seis revistas a las que debiera suscribirse la universidad, repoblar las bibliotecas; segundo, dar becas a doctorantes, tratar de juntar dinero de alguna parte para que el estudiante que inicie su investigación no tenga que trabajar fuera de eso, que sea estudiante de tiempo completo (…) Otra recomendación que daría es que el rector no se quede en su oficina, que vaya a los centros de investigación y que escuche, que pregunte qué se necesita y cómo pude ayudar. Que no haga de burócrata, sino de líder. Que sea un científico, que sienta que fomentar la investigación es su deber”.
Invitado por la UAdeC y la SEP mediante la iniciativa del doctor Roberto Tuda Rivas, maestro de la Facultad de Economía, Bunge impartió un curso sobre investigación científica y conversó con la comunidad universitaria sobre su experiencia como investigador, docente y autor de numerosas obras relacionadas con dicho campo. Asistí a la sesión de ayer y aseguro que la presencia del doctor Bunge fue un lujo y se ubica más allá de lo que estamos acostumbrados a ver y oír por estos rumbos, de ahí que la Facultad de Economía, Mercadotecnia y Sistemas de la UAdeC-Torreón, y particularmente el doctor Tuda Rivas, merezca una entusiasta felicitación. Nuestro máximo centro educativo cumple así, al invitar a intelectuales de tan alto nivel, con su labor de difusión del conocimiento, un acierto que ojalá se repita con mayor frecuencia.
Con la solvencia propia del erudito que todo lo sabe y lo que ignora lo indaga en la realidad y en los libros, Bunge discurrió sobre los complejos obstáculos que en nuestros días encara la investigación. En lo particular le hice algunas preguntas relacionadas con el actual estatus de la ciencia en América Latina. De todas las opiniones que le pedí, la más coyuntural es una que se relaciona con el rectorado que viene tras la reciente dimisión del ingeniero Jesús Ochoa. ¿Qué le recomendaría al nuevo rector de la UAdeC en materia de investigación? Respondió: “Primero, lo más fácil desde el punto de vista administrativo, preguntar a los investigadores existentes cuáles son las cinco o seis revistas a las que debiera suscribirse la universidad, repoblar las bibliotecas; segundo, dar becas a doctorantes, tratar de juntar dinero de alguna parte para que el estudiante que inicie su investigación no tenga que trabajar fuera de eso, que sea estudiante de tiempo completo (…) Otra recomendación que daría es que el rector no se quede en su oficina, que vaya a los centros de investigación y que escuche, que pregunte qué se necesita y cómo pude ayudar. Que no haga de burócrata, sino de líder. Que sea un científico, que sienta que fomentar la investigación es su deber”.