El miércoles entregué mi Ruta Norte antes de las seis de la tarde. Pocas horas después, a las 11:30 pm, Ciro Gómez Leyva y Carlos Marín debatieron en el programa Tercer grado sobre la violencia que lacera al país. Marín hizo cálculos, digamos, conservadores (no lo cito textualmente): si en cuatro meses han sido ejecutados 800 fulanos, al cierre del año tendremos 2400 muertos, eso si bien nos va, si la violencia no aumenta. Su multiplicación fue 800 por 12 (meses) igual a 2400.
En mi columna de ayer, la que mandé el miércoles antes de las seis de la tarde, hago el mismo cálculo que Marín, sólo que yo cerré en 700 la suma cuatrimestral de muertos. Mi total, por tanto, es de 2100. Muertos más, muertos menos, el cálculo es el mismo, igual de conservador, igual de especulativo, igual de terrible, igual de superable por la realidad mexicana hoy empeñada en batir todas las marcas Guiness del asesinato a sangre fría. Luego de su ejercicio aritmético, el director de Milenio recibió una andanada de opiniones en contra. Ni López Dóriga ni Adela Micha estuvieron de acuerdo en estimar así, con una multiplicación, el grado de horror en el que está metida la nación. Adela llegó a enfatizar, demagoga, que un muerto bastaría para estar preocupados.
El más escéptico fue Ciro. Meneaba la cabeza para mostrar que el cálculo de Marín era imprudente, que no es la suma de los muertos lo preocupante (o algo así), sino la falta de una estrategia clara, de parte del gobierno, para acabar con la ubicua malignidad del narcotráfico; sumar muertos, dijo, es “frívolo”. Luego de eso, el punto de la discusión se diluyó y la conversación se fue por otros rumbos, pero a mí me quedó zumbando la palabrita: “frívolo”. Sumar, calcular conservadoramente los muertos vía cuerno de chivo es “frívolo”.
No lo creo. En materia de ejecuciones, como en la frase publicitaria del film Godzilla, “el tamaño [la suma] sí importa”. La razón de su importancia no está sólo en el número de los sujetos que caen muertos, sino en el hecho simple de que aumentan las probabilidades de que la muerte les/nos toque a los inocentes. Si hay uno, dos, tres casos de hepatitis, las autoridades encargadas de salud podrán pensar que se trata de uno, dos, tres casos aislados, pero si hay quince, veinte, treinta casos de hepatitis en una determinada zona durante un determinado lapso, es prudente pensar en una epidemia y hay que preocuparse. Si hubiera cien, doscientos, trescientos muertos, es un problema todavía ceñido a ciertos estándares de violencia. ¿Pero 2100, 2400, 3000? ¿Especular el posible total es una frivolidad o una advertencia urgente para hacer algo?