El tango es uno de mis gustos casi inconfesables, pues uno suena prehistórico a la primera mención de ese placer. Los oigo desde hace décadas, y no presumo si afirmo poseer una choncha colección. La web Todo Tango es un aleph del género, y allí se puede encontrar el tema que ahora me detiene, “Cambalache”, una gema del totémico Enrique Santos Discépolo. Aunque abunda en lunfardo, el antiguo y todavía vivo caló de los bajos fondos porteños, no es difícil hincarle el entendimiento.
Lo que me suena asombroso es la picosa actualidad de su letra. En Todo Tango hay una versión interpretada por Adriana Varela (a mi juicio la mejor cantante de tangos, una Gardel con faldas), pero casi podemos prescindir de la voz, pues basta su letra para saber que el hombre posmoderno fue anticipado, con minucioso pesimismo, por un antiguo noctámbulo de Buenos Aires. Estos son sus versos (añado entre corchetes alguna tibia glosa): “Que el mundo fue y será una porquería / ya lo sé... / ¡En el quinientos seis / y en el dos mil también! / Que siempre ha habido chorros [rateros], / maquiavelos y estafaos, / contentos y amargaos, / valores y dublé... / Pero que el siglo veinte / es un despliegue de maldá insolente, / ya no hay quien lo niegue. / Vivimos revolcaos / en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseaos... / ¡Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor!... / ¡Ignorante, sabio o chorro, / generoso, estafador! / ¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor! / ¡Lo mismo un burro / que un gran profesor! / No hay aplazaos [reprobados en la escuela] / ni escalafón, / los inmorales / nos han igualao. / Si uno vive en la impostura / y otro roba en su ambición, / ¡da lo mismo que sea cura, / colchonero, rey de bastos, / caradura o polizón!... / ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! / ¡Cualquiera es un señor! / ¡Cualquiera es un ladrón! / Mezclao con Stavisky va Don Bosco / y ‘La Mignón’, / Don Chicho y Napoleón, / Carnera y San Martín... / Igual que en la vidriera irrespetuosa / de los cambalaches [bazares] / se ha mezclao la vida, / y herida por un sable sin remaches / ves llorar la Biblia / contra un calefón... / ¡Siglo veinte, cambalache / problemático y febril!... / El que no llora no mama / y el que no afana [roba] es un gil! [tonto] / ¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar! / ¡No pienses más, / sentate a un lao, / que a nadie importa / si naciste honrao! / Es lo mismo el que labura [chambea] / noche y día como un buey, / que el que vive de los otros, / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley...”. Apostillar más es innecesario; “Cambalache” parece una profecía.