Lo que contaré a continuación me dejó helado. De
veras: helado y de paso feliz. No tardaré ni tres párrafos en contarlo, pues lo
acabo de vivir y todavía no puedo creerlo, así que quiero pasarlo rápido del
corazón al blog. Narro. Hace dos o tres años vi el documental Maradona por Kusturica presentado en 2008 por el cineasta
serbio Emir Kusturica. Como sabemos, tras su estreno se convirtió en uno de los
trabajos más importantes en torno a la figura del, para muchos, mejor
futbolista de todos los tiempos. Cuando le eché un primer vistazo fue en un
video pirata que me fastidió con una pésima definición y un sonido del asco,
tanto que terminé perdiendo esa mala copia sin ninguna tristeza.
Pues bien, hoy paseaba por YouTube y lo recordé.
De inmediato hallé la versión completa de poco más de hora y media, y comencé a
verla. Todo iba en paz hasta que Kusturica habla un poco sobre el tango y sus
orígenes. Mientras explica en off, se
ve que entra a una “milonga”, es decir, a un centro de baile de los muchos que
hay en Buenos Aires. Lo asombroso es que gracias a las imágenes reconocí vagamente
el lugar, y pensé: “Se parece a la milonga que visité en mayo de 2010”. Poco
después, en la misma secuencia, se ve un anuncio luminoso de neón rojo que dice
“Club Graciel” (minuto 47 con 15 segundos en el video). Mi memoria es mala,
pero alcancé a reconocer ese nombre. Recordé que escribí una crónica y la
publiqué de inmediato, y que tal vez allí mencioné el nombre del lugar. Fui a mi
crónica, y no estaba ese dato. Lo que sí hallé fue la dirección que me dieron
Laura Nicastro y Quique Ruslender, quienes me habían invitado a verlos bailar.
La crónica está aquí,
y como allí escribí la dirección, lo que hice fue googlear esto: “Club Graciel
milonga Buenos Aires”, y saltó la dirección en el plano de Google, exacta a la de mi blog. O
sea, sin que yo lo supiera hasta hoy, estuve quizá hasta en la misma silla que
ocupó Kusturica al filmar ese segmento de su documental sobre Maradona. Fue
asombroso, pues de todos los numerosos espacios donde se baila tango en Buenos
Aires, en 2010 fui a caer, por azar y sin saberlo, al elegido por Kusturica
para aquella partecita milonguera de su film.
Hasta aquí una razón de mi asombro. La otra es
mejor. Sigo viendo el documental y Kusturica entra a una casa no muy lujosa,
más bien de gusto clasemediero. No sabemos de quién es esa casa,
pero allí están, entre otras personas, Maradona y sus padres. Hay
conversaciones entre ellos, se ve un televisor encendido y con volumen no muy
alto. La voz que sale del televisor parece describir algo así como “los mejores
goles de la jornada internacional”, pues menciona un juego de Uruguay y otro que
parece europeo. Luego, vemos la imagen de Maradona junto a una mesa y de fondo
sigue la voz del locutor televisivo. Alcanzamos a distinguir que dice “futbol
mexicano” y “Ludueña”; creo que también dice “Puebla”. Maradona pone atención a
la tele y dice: “Mirá el golazo que hace Ludueña” (minuto 51, segundo 24), y
del televisor sale esta frase, describiendo el gol: “Ahí va el Hachitaaaaaa…”.
¿Qué me asombra en este caso? Pues nada, nomás
que entre los miles y miles de partidos o repeticiones de partidos que pudieron
proyectar los decenas de canales y los cientos de programas futboleros que en
el mundo hay, mientras filmaban esa escena en el documental más famoso sobre
Maradona tenía que ser precisamente la repetición de un instante en el que marca gol el mejor extranjero
que juega hoy en el equipo de la región donde vivo, esta comarca recóndita del
centro-norte mexicano, La Laguna.
Ahora entienden por qué me quedé helado. El
mundo es ahora más pequeño de lo que imaginamos.