Amigo A.N., mi mano está tendida
Hoy hace rato, a las ocho de la noche en el Museo de la Ciudad Guadalupe Victoria, de Durango capital,
escuché a la Camerata de San Luis Potosí. Fue una más de las actividades
enmarcadas en el Festival de la Ciudad Ricardo Castro, donde Torreón es ciudad
invitada y donde, por supuesto, habrá presencia artística torreonense. Fue muy grato
escuchar a la bien trazada Camerata potosina, una agrupación dirigida por el
maestro Julio de Santiago, poco menos de veinte músicos colocados en la
perfección con sus ejecuciones.
Mi
sorpresa quedó mejor afirmada con el solista que acompañó a la Camerata: el
cantante Fernando del Castillo. Su repertorio fue popular, muy bueno, con algo
de Lara y José Alfredo, entre otros compositores famosos. Los mejor, sin
embargo, fueron los dos temas arreglados a partir de un poema de Lorca y otro
de Torres Bodet.
No
puedo describir lo delicado, exquisito y a las vez trágico del arreglo para el
poema de Lorca; tuve la oportunidad de hablar al final, y dije no sé cómo,
emocionado, que hacía mucho, muchísimo, que no me conmovía así una canción. La
letra corresponde al breve poema titulado “Memento”, y es ésta:
Cuando yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
Con esos
diez versos, un arreglo con cierta dolorosa sonoridad a Manuel de Falla, un
acompañamiento musical espléndido y una voz —como lo dije en público— templada,
fina, sin estridencias, llegué al tope de mi emoción. Tan poético fue ese
momento que al final, en el encore,
repitieron la ejecución de “Memento”.
Mientras
la escuchaba, mi mente estuvo cerca de un amigo que ayer fue golpeado por el
mayor dolor que puede padecer un padre. Y pensé. Pensé que mientras hay hombres
que se afanan por tocar el cenit de la belleza, del arte —como los músicos
potosinos y el maestro Fernando del Castillo— otros dañan de una manera lejanísima
a cualquier forma de respeto por la vida. Sentí miedo, sentí rabia, sentí impotencia. ¿Cómo
es posible que haya tanto arte y al mismo tiempo nuestro mundo sea este mundo?
Nunca lograré entenderlo.