viernes, agosto 20, 2010

Nos falta mucho, hija



Tengo una hija de trece años y por eso estoy en la etapa, que espero termine pronto, de platicar poco con ella. Ayer compartimos un breve viaje en coche y no sé por qué me preguntó, a quemarropa, esto: “Papá, ¿se puede decir que Torreón tiene casi todo?” No es filosofía, cierto, pero nadie podrá negar que es una buena pregunta de una adolescente que no ha tenido todavía contacto directo con otras realidades, digamos, menos carenciadas. Mi respuesta fue breve, como de cinco minutos de explicación. Fue básicamente la que ahora expongo.
Torreón es una ciudad importante, pero está lejos de tenerlo “todo”. De hecho, ninguna ciudad lo tiene todo. La que no padece un problema o un vacío, padece otros. Hace como dos o tres semanas escribí precisamente que me asombraba la falta de albercas en La Laguna. Nos achicharramos ocho meses del año con temperaturas enviadas por el demonio y no contamos con un lote suficiente de albercas e instructores especializados. Torreón, La Laguna entera podría ser una meca de nadadores extraordinarios si a los niños y a los jóvenes se les acondicionaran los medios para ejercitarse en el nado. Y no me refiero sólo a la recreación, que es importante, sino al fomento de un deporte que por las condiciones climáticas de la región podría favorecer notablemente a la comunidad y darle grandes hornadas de competidores y a la postre orgullo, autoestima social. ¿Y qué pasa? Que no hay albercas, y las pocas que hay pertenecen a clubes privados o son de acceso popular y sólo tienen carácter recreativo.
En el mismo rubro deportivo, tal vez exagero pero siento que carecemos de toda la infraestructura deseable y adecuada. No pienso, por supuesto, en las canchitas malacuchas de fut y de beis, esos espacios improvisados, de tierra, ideales para deprimirse, sino en complejos deportivos que permitan principalmente el desarrollo físico de niños y jóvenes y en donde sea prioritario un trabajo formativo que aspire a la competencia fuerte. Nada de eso hay en Torreón. Por eso, las pocas glorias deportivas que hemos tenido nacieron casi del azar, producto de esfuerzos individuales y familiares, nunca institucionales.
Lo mismo pasa en el terreno del conocimiento y la cultura. Le comenté a mi hija que si un joven desea estudiar arte dramático con una visión no amateur, debe buscar opciones en otro lado. Lo mismo pasa si quiere estudiar pintura, letras, filosofía, música, historia. La realidad es contundente: el nicho universitario de La Laguna no contempla disciplinas humanísticas (artísticas) en su extenso menú. El arte que se enseña y se aprende en la región es siempre un tanto provisional, generado por instancias y maestros con iniciativa pero sin los recursos adecuados y demandado por alumnos que tal vez desearían estudiar más a fondo, pero se deben resignar a una suerte de barnizada o contacto que no llega a especializarlo como lo haría, por ejemplo, una licenciatura o algo parecido.
No soy ingrato con las instancias que muchas veces con las uñas trabajan en el ámbito de la cultura para promover o enseñar distintas disciplinas artísticas. Yo mismo, de joven, fui víctima de la falta de oportunidades para estudiar aquí algo que me apasionara y yo mismo he sido parte de los muchos maestros que tallereamos o damos cursos patrulla porque sentimos la necesidad de enseñar aunque la infraestructura sea precaria. Más bien, lo que hago al decir esto es reconocer a quienes no claudican en su esfuerzo por enseñar artes; sólo ellos, sólo nosotros sabemos lo que es trabajar sin impulso, con la pura inspiración y casi a la intemperie institucional.
¿Qué más le falta a nuestra comunidad? Le falta tanto como espacio a esta columna para decir, por ejemplo, que en Gómez Palacio o en Lerdo la infraestructura cultural tiene treinta años o más sin haber crecido significativamente. En otras palabras, la lista sería casi de mandado si nos ponemos a enumerar lo que nos falta, hija.