Hace un año, el 6 de agosto de 2009, Federico Sáenz Negrete presentó Tres amores (o más), el último libro que Paco Amparán publicó en vida. Sáenz leyó varias ideas de un texto-guión. Vi a Federico el jueves, al final del homenaje a Paco en el Museo Regional, y prometió que me enviaría aquellas palabras. Ahora siento la necesidad de compartirlas porque, pese a su estructura de mera pauta, hay ideas que, sospecho, son relevantes. Esto dijo Federico Sáenz aquella noche de agosto:
Cuando abrimos un libro, abrimos una ventana al mundo entero, al abanico completo de posibilidades existenciales, a la historia, a las reflexiones más profundas. Cuando el narrador, o el escritor, es tu semejante, lo conoces, sientes que el punto de vista es el tuyo. Que la realidad mundial tiene que ver contigo.
Estamos acostumbrados a leer obras y ensayos escritos por personas que radican en Nueva York, París, la Ciudad de México. Y aquí en La Laguna tenemos la gran riqueza de que somos un pueblo lleno de escritores, de escritores prolíficos y profundos. Esa es una riqueza que no podemos hacer a un lado. Ahora, las voces fundamentales de nuestra civilización están siempre en las grandes capitales. La globalidad también es concentración injusta y destructiva de talentos en sitios determinados, el resto, los que se quedan en su lugar de origen, no tienen la resonancia debida. Sin embargo, sus vecinos gozan de la oportunidad de insertarse, a través de su escritor, en el devenir contemporáneo. Eso es extraordinario.
Un buen tema de tesis doctoral podría ser un análisis estadístico de la dispersión y concentración geográfica de los pilares de la civilización a través de la historia. Siento que hasta ahora sufrimos esta concentración.
Kant nunca viajo más allá de 40 kilómetros. No hubiese conocido ni Paila ni Viesca. Siento que hasta ahora, justo cuando la globalidad prometía poder cambiar el mundo desde Parras, justo ahora que hay tanta comunicación, siento que hay que ir a una fila cada vez más larga para pelear por cada vez menos espacios en lugares cada vez más concentrados.
En La Laguna tenemos escritores extraordinarios. Tierra fértil para las letras. Tierra de escritores prolíficos y profundos, valientes y, si se me permite, bragados, ya que para lograr romper la inercia de la indiferencia comarcana, para abrir huecos en los presupuestos insuficientes, para ver sus obras impresas, tienen que trabajar con el mismo fervor, con el mismo ahínco que el campesino cuando, desafiando tantas adversidades, coloca la semilla en la tierra esperando el fruto.
Admiro a los escritores laguneros que han mantenido erguida la bandera del arte en La Laguna ante el decaimiento del teatro y de otras… artes, dicho así para no ofender susceptibilidades.
La lista de publicaciones y de premios nacionales que muchos de los escritores laguneros han ganado es impactante. Rompen, destrozan, aniquilan el paradigma de que no se puede conquistar el mundo desde La Laguna, y no hay necesidad de emigrar cuando se tiene el ánimo bien plantado. Por eso mi reconocimiento a la trayectoria que Paco bien narra en el capítulo que aporto al libro Llanura sin fin que publicó el municipio.
Jaime Muñoz escribió un artículo este domingo en donde narra su crecimiento en las letras: créanme que estuve tentado a simplemente leerlo para tratar de explicar lo que me mueve en estos momentos.
Tres amores (o más), tres cuentos de manufactura impecable, llenos de ingenio e inteligencia, pródigos en lugares que reconocemos, en donde vemos personajes bien delineados e interesantes, enmarcados en una narración sencilla y contundente. No hay manera de distraer la atención. Pavana a cuatro voces, como dice Gerardo de la Torre en la contraportada, narra “los misterios alrededor de un aparente pacto de muerte: una psiquiatra, un sacerdote y dos suicidas ofrecen un mosaico polifónico que detalla el acontecimiento detonador y lo saca de la nota roja para convertirlo en una evocación de la culpa y la búsqueda del perdón”… me encantó la descripción, por eso la repito. Crónica para Helen, una hermosa historia contada en dos dimensiones, el diario de la niña y la vida de Helen, el diario y la realidad, espejos simultáneos de una sola realidad que ocurre de diferente manera y se cuenta con voces distintas. El que de plano me encanto fue De cómo gane la guerra… Qué aventura, qué personaje el del abuelo, qué manera de referirnos a la historia de la Segunda Guerra partiendo de la cotidianeidad postcrisis de los ochentas. Cómo se vivió desde La Laguna ese evento mundial y cómo sirve de telón de fondo para, utilizando su lenguaje, describir una batalla más intensa para ambos, abuelo y nieto, la de ganar una batalla realmente importante. (…) por eso brindo hoy, aquí, por Francisco Amparán y por la edición que la UAdeC hace de los escritores coahuilenses del siglo XXI, muchos de ellos laguneros. Enhorabuena.
Cuando abrimos un libro, abrimos una ventana al mundo entero, al abanico completo de posibilidades existenciales, a la historia, a las reflexiones más profundas. Cuando el narrador, o el escritor, es tu semejante, lo conoces, sientes que el punto de vista es el tuyo. Que la realidad mundial tiene que ver contigo.
Estamos acostumbrados a leer obras y ensayos escritos por personas que radican en Nueva York, París, la Ciudad de México. Y aquí en La Laguna tenemos la gran riqueza de que somos un pueblo lleno de escritores, de escritores prolíficos y profundos. Esa es una riqueza que no podemos hacer a un lado. Ahora, las voces fundamentales de nuestra civilización están siempre en las grandes capitales. La globalidad también es concentración injusta y destructiva de talentos en sitios determinados, el resto, los que se quedan en su lugar de origen, no tienen la resonancia debida. Sin embargo, sus vecinos gozan de la oportunidad de insertarse, a través de su escritor, en el devenir contemporáneo. Eso es extraordinario.
Un buen tema de tesis doctoral podría ser un análisis estadístico de la dispersión y concentración geográfica de los pilares de la civilización a través de la historia. Siento que hasta ahora sufrimos esta concentración.
Kant nunca viajo más allá de 40 kilómetros. No hubiese conocido ni Paila ni Viesca. Siento que hasta ahora, justo cuando la globalidad prometía poder cambiar el mundo desde Parras, justo ahora que hay tanta comunicación, siento que hay que ir a una fila cada vez más larga para pelear por cada vez menos espacios en lugares cada vez más concentrados.
En La Laguna tenemos escritores extraordinarios. Tierra fértil para las letras. Tierra de escritores prolíficos y profundos, valientes y, si se me permite, bragados, ya que para lograr romper la inercia de la indiferencia comarcana, para abrir huecos en los presupuestos insuficientes, para ver sus obras impresas, tienen que trabajar con el mismo fervor, con el mismo ahínco que el campesino cuando, desafiando tantas adversidades, coloca la semilla en la tierra esperando el fruto.
Admiro a los escritores laguneros que han mantenido erguida la bandera del arte en La Laguna ante el decaimiento del teatro y de otras… artes, dicho así para no ofender susceptibilidades.
La lista de publicaciones y de premios nacionales que muchos de los escritores laguneros han ganado es impactante. Rompen, destrozan, aniquilan el paradigma de que no se puede conquistar el mundo desde La Laguna, y no hay necesidad de emigrar cuando se tiene el ánimo bien plantado. Por eso mi reconocimiento a la trayectoria que Paco bien narra en el capítulo que aporto al libro Llanura sin fin que publicó el municipio.
Jaime Muñoz escribió un artículo este domingo en donde narra su crecimiento en las letras: créanme que estuve tentado a simplemente leerlo para tratar de explicar lo que me mueve en estos momentos.
Tres amores (o más), tres cuentos de manufactura impecable, llenos de ingenio e inteligencia, pródigos en lugares que reconocemos, en donde vemos personajes bien delineados e interesantes, enmarcados en una narración sencilla y contundente. No hay manera de distraer la atención. Pavana a cuatro voces, como dice Gerardo de la Torre en la contraportada, narra “los misterios alrededor de un aparente pacto de muerte: una psiquiatra, un sacerdote y dos suicidas ofrecen un mosaico polifónico que detalla el acontecimiento detonador y lo saca de la nota roja para convertirlo en una evocación de la culpa y la búsqueda del perdón”… me encantó la descripción, por eso la repito. Crónica para Helen, una hermosa historia contada en dos dimensiones, el diario de la niña y la vida de Helen, el diario y la realidad, espejos simultáneos de una sola realidad que ocurre de diferente manera y se cuenta con voces distintas. El que de plano me encanto fue De cómo gane la guerra… Qué aventura, qué personaje el del abuelo, qué manera de referirnos a la historia de la Segunda Guerra partiendo de la cotidianeidad postcrisis de los ochentas. Cómo se vivió desde La Laguna ese evento mundial y cómo sirve de telón de fondo para, utilizando su lenguaje, describir una batalla más intensa para ambos, abuelo y nieto, la de ganar una batalla realmente importante. (…) por eso brindo hoy, aquí, por Francisco Amparán y por la edición que la UAdeC hace de los escritores coahuilenses del siglo XXI, muchos de ellos laguneros. Enhorabuena.