No sé quién tuvo la brillantísima ocurrencia de llamar al festival cultural de Lerdo como “Lerdantino”. La sufijación creativa (o paragoge, como le llama la retórica) no es un calzón del cuarenta en el que todo cabe. Tiene límites. Si a Cervantes le viene cervantino como a Gómez Palacio gomezpalatino o a Bizancio bizantino o a Jamaica jamaiquino o a Filipinas filipino o a China chino, a Lerdo le queda lerdense, no “lerdantino”. Son esas tonterías que tienen los publicistas puebler(inos), pero bueno, esperemos en Cervantes que no pegue el nombrecito y todo regrese a la normalidad en las tierras donde reinan las nieves de Chepo.
Ahora bien, si cuaja la burrada de llamar lerdantino al festival de la cultura en Lerdo, no me duele la imaginación si bautizo aquí como “vicentino” al festival que ha organizado el ex presidente Fox en las instalaciones de su Centro de estudios cómicos, mágicos y musicales. Aceptado el nuevo nombre, eso quedaría más o menos así: Primer Festival Vicentino del Centro Fox. A tan rimbombante etiqueta le corresponde un elenco de lujo, como el que Fox ya contrató para hacer las delicias del ilustrado y respetable público que sin duda abarrotará este (vamos a llamarlo como es debido según la Academia de la Lengua de Res) “evento”.
El vato con botas (también aceptable bato, con b de asno), como le llaman a Fox los más llevados, se lució de veras con las personalidades artísticas que harán las delicias de chiquillos y grandes. Estarán el divo de Juárez, Juan Gabriel; la ronquita de Sinaloa, Ana Gabriel; el Chopin de los esnobs, Raúl Di Blasio, y Tania Libertad, quien el año pasado estuvo en Lerdo.
“El ex mandatario federal se reservó los detalles de los eventos artísticos que ofrecerá a lo largo del año en la explanada principal del Centro. ‘Son parte de las actividades culturales’”, declaró Fox con notorio orgullo, un orgullo que no le cabe en el 1,90 de estatura.
La comunidad artística mexicana está asimismo un poco triste porque el ex mandatario no pudo conseguir algunas conferencias que eran ansiosamente esperadas. Una de ellas, cuyo tema era el símbolo del laberinto en la filosofía chichimeca, iba a ser dictada por el maestro José Luis Borgues, destacado gastrónomo yucateco; otra más, ésta sobre la antigua poesía calcutense, sería impartida por la doctora Rabina Dra Tagora. Asimismo, el Comandante Fidel Ruz tenía contemplado impartir un curso sobre diplomacia internacional llamado “Cenas y te vas”. Una de las actividades más esperadas era la mesa redonda coordinada por el jurisconsulto Guillermo Pingüín; su título tentativo fue “¿Por qué los mexicanos aceptan los trabajos que ni los negros quieren?”. En fin, al Festival Vicentino no asistirán esas personalidades, pero con Di Blasio y con Juanga los espíritus selectos se han dado ya por muy bien servidos. Un lujo que ni los mexicanos pueden rechazar.
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Ahora bien, si cuaja la burrada de llamar lerdantino al festival de la cultura en Lerdo, no me duele la imaginación si bautizo aquí como “vicentino” al festival que ha organizado el ex presidente Fox en las instalaciones de su Centro de estudios cómicos, mágicos y musicales. Aceptado el nuevo nombre, eso quedaría más o menos así: Primer Festival Vicentino del Centro Fox. A tan rimbombante etiqueta le corresponde un elenco de lujo, como el que Fox ya contrató para hacer las delicias del ilustrado y respetable público que sin duda abarrotará este (vamos a llamarlo como es debido según la Academia de la Lengua de Res) “evento”.
El vato con botas (también aceptable bato, con b de asno), como le llaman a Fox los más llevados, se lució de veras con las personalidades artísticas que harán las delicias de chiquillos y grandes. Estarán el divo de Juárez, Juan Gabriel; la ronquita de Sinaloa, Ana Gabriel; el Chopin de los esnobs, Raúl Di Blasio, y Tania Libertad, quien el año pasado estuvo en Lerdo.
“El ex mandatario federal se reservó los detalles de los eventos artísticos que ofrecerá a lo largo del año en la explanada principal del Centro. ‘Son parte de las actividades culturales’”, declaró Fox con notorio orgullo, un orgullo que no le cabe en el 1,90 de estatura.
La comunidad artística mexicana está asimismo un poco triste porque el ex mandatario no pudo conseguir algunas conferencias que eran ansiosamente esperadas. Una de ellas, cuyo tema era el símbolo del laberinto en la filosofía chichimeca, iba a ser dictada por el maestro José Luis Borgues, destacado gastrónomo yucateco; otra más, ésta sobre la antigua poesía calcutense, sería impartida por la doctora Rabina Dra Tagora. Asimismo, el Comandante Fidel Ruz tenía contemplado impartir un curso sobre diplomacia internacional llamado “Cenas y te vas”. Una de las actividades más esperadas era la mesa redonda coordinada por el jurisconsulto Guillermo Pingüín; su título tentativo fue “¿Por qué los mexicanos aceptan los trabajos que ni los negros quieren?”. En fin, al Festival Vicentino no asistirán esas personalidades, pero con Di Blasio y con Juanga los espíritus selectos se han dado ya por muy bien servidos. Un lujo que ni los mexicanos pueden rechazar.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Conductores insolados”, va: hay una costumbre generalmente practicada en exceso durante la temporada de calor; consiste en detener el coche mucho antes del semáforo para aprovechar la sombrita de algún árbol. Yo también lo hago, pero siempre que no haya un solo coche detrás del mío. Para ello uso el retrovisor. Detenerme varios metros antes del semáforo, impedir que otros coches se adelanten un poco más, me parece una vulgaridad de ciudadano chafa. No hay razón que valga, y en casos de amplia fila sólo el azar debe distribuir la sombrita. Más en ciudades como la nuestra, donde algunos semáforos duran cinco segundos en verde y si no avanzamos de inmediato muchos coches hacen esperas innecesarias nomás porque a otro se le ocurre detenerse en la sombrita.
En nuestra gustada sección “Conductores insolados”, va: hay una costumbre generalmente practicada en exceso durante la temporada de calor; consiste en detener el coche mucho antes del semáforo para aprovechar la sombrita de algún árbol. Yo también lo hago, pero siempre que no haya un solo coche detrás del mío. Para ello uso el retrovisor. Detenerme varios metros antes del semáforo, impedir que otros coches se adelanten un poco más, me parece una vulgaridad de ciudadano chafa. No hay razón que valga, y en casos de amplia fila sólo el azar debe distribuir la sombrita. Más en ciudades como la nuestra, donde algunos semáforos duran cinco segundos en verde y si no avanzamos de inmediato muchos coches hacen esperas innecesarias nomás porque a otro se le ocurre detenerse en la sombrita.