miércoles, febrero 11, 2009

Juventud en exxxtasis



Parece que la brecha generacional de hoy es, más bien, un abismo generacional: lo que a los adultos nos alarma, pasa inadvertido o apenas hace sonreír de escepticismo a los mugrosos chamacos. No sé si llamar a eso “crisis de valores” o de cualquier otra forma similar más o menos conservadora o asustadiza. Prefiero ser descriptivo y que otros saquen conclusiones, para no caer en ridículas posturas carloscuauhtemocsanchistas, es decir, aleccionadoras, con tufo a padre Marcial Maciel cuando no estaba en lo mero suyo, trepado en el guayabo con su amante bandida.
La semana pasada el superatleta Michael Phelps, quien ganó en Beijing medallas como si le salieran en la veintera de los cacahuatitos estilo japonés, fue exhibido por un pasquín londinense; el nadador aparece con un tubo donde hoy, aclaró la información, los jóvenes inhalan mota. Disculpen mi ignorancia, pero ese aparato nunca lo había visto; en mis tiempos, la mostaza se tramitaba hacia los pulmones a carrujo limpio, con el cigarro forjado a punta de papel arroz y un poco de saliva, como taquito de yerba (de preferencia lerdense). El escándalo no demoró: un paradigma del deporte fue pillado en prácticas motorolas, poniéndose bien acá con un churro de la verde servido en el aditamento mágico que le habían facilitado en una fiesta donde circuló de todo. El tritón tuvo que admitir el “error” y declarar que había sido “estúpido”, eso para conservar intactos sus millonarios patrocinios.
Una semana después, con precisión de cronómetro, del otro rey de los pasados olímpicos, el velocista jamaiquino Usaian Bolt, circula en internet la foto en la que se le ve de espaldas en una discoteca y adherida frente a él una bailarina colgada asimismo de su cuello, patiabierta y a todas luces jariosa, en plan chango, como haciendo capiruchos con un balero, en una especie de pasito ensartador. Bolt, sin átomo de moralina, declaró inmediatamente que no se sentía culpable de nada: “No he hecho nada malo. Me gusta la música y disfruto bailando. La chica me seguía y nos lo hemos pasado en grande. No he de dar explicaciones a nadie. No ha ocurrido algo de lo que deba lamentarme”.
Hasta allí los dos casos. En el segundo, el de Bolt, bestia de la velocidad que se tragó los cien metros olímpicos en un suspiro, tuve la ocurrencia de asomar una mirada distraída a las opiniones de los lectores, la mayoría jóvenes. Pese a la redacción, generalmente tosca en esos escaparates de la escritura veloz y sin pelos en la lengua, dan pistas acerca del perfil moral que tienen los internautas. Traigo algunos ejemplos firmados con seudónimo, lo que equivale al anonimato (respeto la forma; El Universal):
“No veo cual sea la noticia, no tenía ninguna carrera al día siguiente o algo así, fue con una mujer no con un hombre, está joven, trae lana, estaba en un congal, de verdad que ya no hallan ni que publicar que suene a escándalo, por lo menos este no es y ni al caso que lo comparen con lo de Phelps, ese wey si la regó gacho...”
“¿Y eso que? Han de querer que este corriendo los 365 dias del año...”
“Finalmente son seres humanos como cualquiera y ademas ambos estan muy jovenes y con ganas de hacer lo que cualquiera a su edad hace. Esa doble moral!!! que miedo...”
“Doble moral? ja, ja, ja, señores, estos deportistas son muy buenos haciendo lo que saben hacer, son lo mejor de lo mejor, fuera de ámbito deportivo son personas comúnes y corrientes que lo mismo se les antoja una chela que una chava, y?????”
“Bien por esos jóvenes extraordinarios que son Phelps y Bolt... Sus acertadas decisiones lúdico-eróticas nos confirman que son personas normales...”. O sea, triunfa la cachondería casi por unanimidad. Que Bolt siga la fiesta.