miércoles, junio 07, 2023

Steiner y el pensamiento












Entre las diversas colecciones del Fondo de Cultura Económica se encuentra una, la Cenzontle, que me gusta mucho por tres razones: la primera, su diseño; la segunda, la brevedad de sus tomos; y la tercera, la calidad de sus contenidos. Podría añadir una cuarta razón: su bajo precio. En Torreón hay muchos de sus títulos en la librería Educal enclavada, como sabemos, en el Museo Arocena. Son unos libritos tamaño cuarto de oficio (más o menos), todos con el mismo diseño exterior y los mismos excelentes materiales. Tengo varios, y en abril pasado leí uno de la serie: Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento (FCE coeditado con Siruela, México, 2020, 83 pp.). Lo comento grosso modo.

Su título es elocuente: el erudito francés (1929-2020) reflexiona en diez capítulos sobre el pensamiento y la inevitabilidad de la tristeza que atraviesa la consciencia humana. Cada apartado cierra con una afirmación similar: de la primera a la décima, concluye que la explorada en cada sección es una razón más para la tristeza del pensamiento.

Aunque no tanto como para no hacerlo disfrutable, es un libro denso para quien, como yo, no está habituado a navegar honduras filosóficas. Siento incluso que más allá de las conclusiones, más allá del aterrizaje de cada apartado, lo fundamental, lo mejor, son las afirmaciones que Steiner va dejando en el camino de su exposición. En cada página hay una pincelada memorable, un razonamiento asombroso sobre la asombrosa máquina de pensar. En este sentido, es de esos libros que se antojan llenos de potenciales citas y epígrafes, plenos de quirúrgica profundidad.

Por ejemplo, sobre la superabundancia de pensamientos inevitables e inútiles: “No hay quizá ninguna actividad humana más extravagante. No pensamos en nuestro pensamiento excepto en los breves periodos de concentración epistemológica o psicológica. Casi en su totalidad, el incesante conjunto y suma del pensamiento pasa fugazmente, inadvertido, sin forma ni utilidad. Satura la consciencia y muy posiblemente el subconsciente, pero se seca como una delgada lámina de agua sobre la tierra abrasada”, y poco más adelante, “la masa del iceberg del pensamiento humano se desvanece, sin ser percibida ni registrada, en el cubo de la basura del olvido”. Un libro pequeño, sí, pero inmejorable para pensar en qué y cómo pensamos, y por qué los humanos somos esencialmente un animal triste.