Este
calor infernal (el adjetivo “infernal” no es aquí un ornamento literario) ha
desbordado el ya de por sí grave problema lagunero de la escasez de agua. Por
el calentamiento global, la casualidad, el monstruoso azar, la ineptitud de las
autoridades o la razón que sea, esta temporada de calor ha alcanzado registros
no sólo extremos, sino sostenidos, de varios días consecutivos en las proximidades
de los cuarenta grados o poco más. Es una probadita, el prenuncio del futuro
que nos aguarda casi sin remedio.
Frente
a este escenario es inevitable revalorar dos bienes a los que sólo les prestamos
atención cuando nos los cortan por demora de pago: el agua y la energía
eléctrica. Cierto que siempre son necesarios, cierto que no podemos prescindir
de ellos, pero en estos lapsos de calidez diabólica pueden ser considerados de
vida y de cuasimuerte, derechos realmente humanos.
La
razón es simple: independientemente de la posición social y económica (aunque,
como siempre, las clases altas pueden sortear los problemas con mayor
facilidad, por ejemplo abriendo espacio a tinacos de almacenamiento tamaño piscina),
la falta de agua y de electricidad lleva al colapso de la vida, de ahí que las
autoridades del Sideapa, Simas y la CFE en particular, y de la autoridad en su
conjunto, deban trabajar para que en el futuro la torridez no nos tome
desprevenidos.
Sin
agua y sin electricidad, reitero, la vida bordea los límites de la resistencia.
Es una tragedia que desgarra minuto tras minuto y transforma los actos más
simples de la cotidianidad, como dormir o ducharse, en desafíos traumáticos.
Por
un lado, la CFE debe estar atenta con sus cuadrillas para la reparación, cuando
truenen, de transformadores. Por otro, Simas y Sideapa no pueden argumentar que
hay poca agua por el alto consumo de temporada, pues lo mismo sucede en
invierno: hay poca agua.
Estamos pues frente a una contingencia, la del calor extremo y el problema en el suministro seguro de agua y de electricidad. Creo que hay tiempo todavía para tomar recaudos y evitar que en el futuro todo esto nos coloque en el colapso que hoy, lastimosamente, estamos rozando. La disposición de agua y de electricidad, insisto, son derechos humanos. Ni más ni menos.