sábado, junio 10, 2023

Juicios del 85

 







Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2022) es una película que me debía. Está disponible en la plataforma de Prime y más allá de los asegunes que nunca faltan en estas obras basadas en hechos reales y relativamente cercanos en el espacio y en el tiempo, es un film muy útil para acceder al conocimiento más simplificado posible de tres hechos: uno, la máquina de aniquilación política puesta en funcionamiento de 1976 a 1983 en la Argentina; dos, el llamado Juicio a las Juntas, es decir, a los militares que ejercieron el terrorismo de Estado; y tres, las consecuencias históricas que tal enjuiciamiento tuvo para la vida de América Latina en general y de la Argentina en particular. Cierto que la película se ubica temporalmente en el punto dos, el juicio de 1985, pero a partir de allí es inevitable expandir la mirada hacia el pasado y el futuro inmediatos de aquel año bisagra.

Como se sabe, en los sesenta y setenta América Latina fue escenario de numerosas luchas revolucionarias que, con diversos matices, pugnaban por la construcción del socialismo, dicho esto con un trazo demasiado grueso; eran los años más tensos de la Guerra Fría, y no es difícil imaginar que el territorio latinoamericano era una zona sometida a la enorme influencia política y económica de los Estados Unidos, cuyos presidentes auspiciaban sin reparo golpes militares y gobiernos títeres para controlar y saquear a las que entonces fueron bautizadas como “repúblicas bananeras”. El crecimiento de la pobreza, el enriquecimiento de las oligarquías y la cerrazón política de tales totalitarismos hizo insoportable la realidad y muchos jóvenes, inspirados sobre todo por la revolución cubana, fueran forzados a seguir el camino de las armas para acceder al poder y lograr cambios. Las elecciones, cuando las había, solían ser meras pantomimas y por ello es que nacieron los Tupamaros en Uruguay, los Montoneros en Argentina, el FPMR en Chile, la Liga 23 de Septiembre en México, el Frente Sandinista en Nicaragua, Alfaro vive, ¡carajo! en Ecuador, el M-19 en Colombia y varios más. Mucha sangre corría del río Bravo hasta Ushuaia.

Dada su peculiaridad histórica, marcada por la influencia voraz de sus oligarcas y su recurrente golpismo militar, Argentina padeció de todo en los setenta. Se dio la vuelta de Perón, su triunfo electoral, su muerte y, dada la debilidad y la impericia de Isabel Martínez, su viuda y presidente, en 1976 fue echada por un golpe militar que a la postre se convirtió en dechado de brutalidad sin más límite que el dictado por la sádica imaginación de los represores. Dos casos tristemente famosos ilustran sus excesos: la apropiación de bebés y los vuelos de la muerte en los que arrojaban al mar, vivos, a los “subversivos”.

Recuperada la democracia, con Raúl Alfonsín como presidente, comenzó a tomar forma un proyecto inédito en el mundo: enjuiciar a exgobernantes por crímenes de lesa humanidad. No sin turbulencias en la sociedad argentina, el Juicio a las Juntas (militares) comenzó un lento y denso desahogo de testimonios sobre la brutalidad verde olivo. El fiscal que encabezó el acopio de pruebas contra los militares fue Julio César Strassera, personificado por Ricardo Darín, quien acompañado por el adjunto Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) y un equipo de jóvenes leguleyos, supieron configurar un corpus monumental de documentos para demostrar las atrocidades perpetradas por los Videla, Massera, Agosti y demás asesinos con insignias en el pecho que durante siete años se convirtieron en un ejemplo más de "la banalidad del mal", como llamó Hanna Arendt al horror nazi convertido en burocracia.

La película se atiene a una secuencia cronológica y abarca desde el momento en el que se sopea apenas la posibilidad de que los juicios se realicen hasta el momento en el que Strassera lee la acusación final. La ficción apela a algunos fragmentos de video real, disponible este último, gracias a YouTube, en numerosos enlaces. Más allá de lo apretado de su trama, y más allá de que alguno (yo mismo) pueda poner reparos a tal o cual adaptación de la realidad al formato fílmico, Argentina, 1985 es un excelente documento para los no iniciados en materia de bestialidad política en América Latina y su difícil procesamiento judicial y su esporádica y siempre deseable consecuencia: la cárcel perpetua para los genocidas.