lunes, junio 26, 2023

Argentina 2023

 







Fueron días algo vertiginosos y cansados, pero muy gratos porque mezclaron trabajo, amistad, literatura y gastronomía. Luego del viaje a Saltillo donde el domingo 7 de mayo participé en la Feria Internacional del Libro de Coahuila con la presentación de “Leyenda Morgan” (UANL, segunda edición, 2023), el jueves 11 de mayo salimos muy temprano Maribel y yo hacia Buenos Aires. Los vuelos Torreón-Ciudad de México-Buenos Aires fueron perfectos, y el mismo día 11 aterrizamos en el aeropuerto de Ezeiza a las 10 de la noche. Paramos en un departamento casi aledaño a la avenida Corrientes esquina con Julián Álvarez, digamos que en el rumbo de Villa Crespo, cerca de la avenida Raúl Scalabrini Ortiz, el entorno donde nació el poeta Juan Gelman. Salvo por alguna lluvia esporádica, el clima que nos acompañó fue inmejorable durante toda la estancia, tanto que no demandó abrigo pesado, que por las dudas sí llevamos. Fue mi séptimo viaje a la Argentina y el primero para Maribel, así que ella compartió ahora conmigo toda la experiencia tantas veces contada en nostálgicas sobremesas de Torreón. Cargué con mi laptop para el trabajo en casa, el famoso home office que aprendimos a manejar durante la pandemia, así que los desayunos y las comidas se desahogaban en el espacio fijo que elegimos como radicación temporal, lo que significó un ahorro notable. Ya en la tarde venían los encuentros y los compromisos. El mismísimo viernes 12 a las seis de la tarde hicimos nuestra única incursión a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En el pabellón chileno era presentada “Una antología insumisa” de mi amiga Pía Barros, y allí saludé a sus paisanos chilenos Diego Muñoz Valenzuela y Paulina Bermúdez Valdebenito, y a los amigos argentinos Sandra Bianchi, Laura Nicastro, Juan Romagniolli, Leandro Hidalgo, Martín Gardella, Raúl Brasca y Fabián Vique. El sábado lo reservamos para participar en el festejo por el decimoquinto aniversario de Macedonia Ediciones, emprendimiento editorial encabezado por Vique y José Luis Bulacio. La ceremonia fue larga, de cuatro horas, y se dio en la localidad de Haedo, provincia de Buenos Aires. Entre emotivas mesas de lectura, performances teatrales, música, vino, empanadas y torta (lo que nosotros llamamos “pastel”), transcurrió aquella jornada plena de literatura y camaradería en la que tuve el gusto de participar en una mesa de microficción. Entre otros amigos, allí reencontramos a Carlos Dariel, Norah Lorenzo, Jorge Figueroa, Nanim Rekacz, Viviana Abnur y Andrea Burucua, y conocimos a Claudia Cortalezzi, Patricia Dagatti, a la cantautora Myriam Belfer y al escritor peruano Ary Malaver; en otra oportunidad saludaría también allí a Javier Ramponelli y al poeta Carlos Norberto Carbone. Al final, ya en la cena, rematamos en el restaurante Recoleta de Haedo con unas pizzas y otros platos espectaculares.

Los días siguieron avanzando con una rutina semejante a la ya descrita: trabajo de revisión de textos en la mañana, y en las tardes y noches encuentros con los amigos y la gastronomía porteña. Cuando no hubo encuentros vespertinos, llevé a Maribel a conocer algunos puntos indefectibles: la Avenida de Mayo, la Plaza de Mayo, la Casa Rosada, la peatonal Florida, la avenida 9 de Julio, el obelisco, el café Tortoni, la Mafalda de San Telmo, la plaza del Congreso… Pude conversar dos tardes (ambas en el café La Ópera) con el gran escritor Enrique Medina, quien a su vez me presentó al ensayista Antonio Las Heras; saludamos a mi paisano lagunero José Juan Zapata y a Jéssica, su esposa regiomontana; vimos en su programa de radio-teatro a Alejandro Dolina, con quien cenamos en el restaurante Babieca de la avenida Santa Fe. También cenamos y charlamos amplia y muy afectuosamente en el fabuloso restaurante temático Perón-Perón con Giselle Aronson y Fernando Veríssimo, y una tarde merendamos en la cafetería Imperio con el periodista Eduardo Anguita, quien luego me entrevistó en su programa de Radio Nacional. En ese mismo lugar, pero otra tarde, nos vimos con el escritor Fernando Sorrentino y Alicia, su esposa. En el restaurante-librería Casa Tinta cenamos con Sandra Bianchi y su pareja, el periodista Rodolfo Chisleanschi. Las tardes y las noches estuvieron llenas de actividad, como el partido de futbol que vimos un lunes por la noche porque nos quedaba a cuatro cuadras: un choque entre Atlanta contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy en el estadio Don León Kolbowski, sede de Atlanta, donde Maribel, gracias a un joven vecino de asiento, probó por primera vez el mate. Un domingo tuvimos asado en casa de Andrea Burucua, y fue Javier, su pareja, quien controló la parrilla que disfrutamos Hugo Alejandro Gómez, Dariel, Figueroa, Bulacio, Vique, Andrea (amiga de la Andrea anfitriona), Manuel (hijo de Andrea), Maribel y yo. Una tarde lluviosa conversé en el Big Joe con mi amigo Mario Berardi, también escritor, e intercambiamos libros como si fueran banderines. A quienes han colaborado en Acequias, revista de la Ibero Torreón, les di el ejemplar de papel correspondiente y mi reiterada gratitud a nombre de la Ibero Torreón. El 23 de mayo, día de mi cumpleaños, me entrevistaron en la estación Radio Cultura de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) para el programa “El país y sus escritores”, conducido por Edgardo Muller, esto en el rumbo más pirrurris de Recoleta. Y otra tarde, ésta de ventisca, saludamos en la cafetería La Giralda al gran periodista y narrador Ricardo Ragendorfer, a quien no conocíamos. Una noche volvíamos ya algo tarde al departamento y nos topamos en la calle Loyola con un establecimiento (El furor de Villa Crespo que guarda el recuerdo del maestro Osvaldo Pugliese) de donde emergían notas de tango; con curiosidad entramos y vimos bailar un rato a las parejas hipnotizadas e hipnotizantes por culpa de aquel endiablado ritmo. La única actividad mañanera que tuvimos se dio el jueves 25, cuando por instancias de Alejandro Dolina asistimos a una entrevista de radio que me hicieron en el programa La Mañana, con Víctor Hugo Morales, periodista que todos los futboleros no pueden no conocer pues fue él quien relató para la eternidad el segundo gol de Maradona a los ingleses en 1986, donde bautizó a Diego como “barrilete cósmico” (el barrilete es lo que nosotros conocemos como “papalote”). El mismo 25 en la tarde asistimos al festejo del día patrio en la Plaza de Mayo, donde la oradora fue Cristina Fernández de Kirchner, vicepresidenta argentina. En medio de estas actividades se dio el curso sobre literatura mexicana que compartí por allá, la presentación de mi libro “Entre las teclas”, en edición argentina, y un viaje a Tigre, ciudad turística bellísima a la que el domingo 28 de mayo nos condujeron Fabián y Adriana. Cuando llegó la noche anterior a nuestro regreso todavía le sacamos jugo al recorrido: Laura Nicastro y Quique Ruslender, su esposo, nos invitaron a disfrutar un asado en su departamento, del cual salí además con un jersey de Chacarita Jr., regalo de Quique, acaso el hincha número uno de los Funebreros.

¿Algo se me pasa en esta apretadísima y meramente enumerativa crónica? Mucho, todo lo inefable, como el sabor de los vinos o de mis amadas chocotortas con café, como la impagable amistad de tantos amigos y el hecho simple, elemental, de ser, de existir junto a la mujer que amo.