Fueron
días algo vertiginosos y cansados, pero muy gratos porque mezclaron trabajo,
amistad, literatura y gastronomía. Luego del viaje a Saltillo donde el domingo
7 de mayo participé en la Feria Internacional del Libro de Coahuila con la
presentación de “Leyenda Morgan” (UANL, segunda edición, 2023), el jueves 11 de
mayo salimos muy temprano Maribel y yo hacia Buenos Aires. Los vuelos
Torreón-Ciudad de México-Buenos Aires fueron perfectos, y el mismo día 11
aterrizamos en el aeropuerto de Ezeiza a las 10 de la noche. Paramos en un
departamento casi aledaño a la avenida Corrientes esquina con Julián Álvarez,
digamos que en el rumbo de Villa Crespo, cerca de la avenida Raúl Scalabrini
Ortiz, el entorno donde nació el poeta Juan Gelman. Salvo por alguna lluvia
esporádica, el clima que nos acompañó fue inmejorable durante toda la estancia,
tanto que no demandó abrigo pesado, que por las dudas sí llevamos. Fue mi
séptimo viaje a la Argentina y el primero para Maribel, así que ella compartió
ahora conmigo toda la experiencia tantas veces contada en nostálgicas
sobremesas de Torreón. Cargué con mi laptop para el trabajo en casa, el famoso
home office que aprendimos a manejar durante la pandemia, así que los desayunos
y las comidas se desahogaban en el espacio fijo que elegimos como radicación
temporal, lo que significó un ahorro notable. Ya en la tarde venían los
encuentros y los compromisos. El mismísimo viernes 12 a las seis de la tarde
hicimos nuestra única incursión a la Feria Internacional del Libro de Buenos
Aires. En el pabellón chileno era presentada “Una antología insumisa” de mi
amiga Pía Barros, y allí saludé a sus paisanos chilenos Diego Muñoz Valenzuela
y Paulina Bermúdez Valdebenito, y a los amigos argentinos Sandra Bianchi, Laura
Nicastro, Juan Romagniolli, Leandro Hidalgo, Martín Gardella, Raúl Brasca y
Fabián Vique. El sábado lo reservamos para participar en el festejo por el
decimoquinto aniversario de Macedonia Ediciones, emprendimiento editorial
encabezado por Vique y José Luis Bulacio. La ceremonia fue larga, de cuatro
horas, y se dio en la localidad de Haedo, provincia de Buenos Aires. Entre
emotivas mesas de lectura, performances teatrales, música, vino, empanadas y
torta (lo que nosotros llamamos “pastel”), transcurrió aquella jornada plena de
literatura y camaradería en la que tuve el gusto de participar en una mesa de
microficción. Entre otros amigos, allí reencontramos a Carlos Dariel, Norah
Lorenzo, Jorge Figueroa, Nanim Rekacz, Viviana Abnur y Andrea Burucua, y
conocimos a Claudia Cortalezzi, Patricia Dagatti, a la cantautora Myriam Belfer
y al escritor peruano Ary Malaver; en otra oportunidad saludaría también allí a
Javier Ramponelli y al poeta Carlos Norberto Carbone. Al final, ya en la cena,
rematamos en el restaurante Recoleta de Haedo con unas pizzas y otros platos
espectaculares.
Los
días siguieron avanzando con una rutina semejante a la ya descrita: trabajo de
revisión de textos en la mañana, y en las tardes y noches encuentros con los
amigos y la gastronomía porteña. Cuando no hubo encuentros vespertinos, llevé a
Maribel a conocer algunos puntos indefectibles: la Avenida de Mayo, la Plaza de
Mayo, la Casa Rosada, la peatonal Florida, la avenida 9 de Julio, el obelisco,
el café Tortoni, la Mafalda de San Telmo, la plaza del Congreso… Pude conversar
dos tardes (ambas en el café La Ópera) con el gran escritor Enrique Medina,
quien a su vez me presentó al ensayista Antonio Las Heras; saludamos a mi
paisano lagunero José Juan Zapata y a Jéssica, su esposa regiomontana; vimos en
su programa de radio-teatro a Alejandro Dolina, con quien cenamos en el
restaurante Babieca de la avenida Santa Fe. También cenamos y charlamos amplia
y muy afectuosamente en el fabuloso restaurante temático Perón-Perón con
Giselle Aronson y Fernando Veríssimo, y una tarde merendamos en la cafetería
Imperio con el periodista Eduardo Anguita, quien luego me entrevistó en su
programa de Radio Nacional. En ese mismo lugar, pero otra tarde, nos vimos con
el escritor Fernando Sorrentino y Alicia, su esposa. En el restaurante-librería
Casa Tinta cenamos con Sandra Bianchi y su pareja, el periodista Rodolfo
Chisleanschi. Las tardes y las noches estuvieron llenas de actividad, como el
partido de futbol que vimos un lunes por la noche porque nos quedaba a cuatro
cuadras: un choque entre Atlanta contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy en el
estadio Don León Kolbowski, sede de Atlanta, donde Maribel, gracias a un joven
vecino de asiento, probó por primera vez el mate. Un domingo tuvimos asado en
casa de Andrea Burucua, y fue Javier, su pareja, quien controló la parrilla que
disfrutamos Hugo Alejandro Gómez, Dariel, Figueroa, Bulacio, Vique, Andrea
(amiga de la Andrea anfitriona), Manuel (hijo de Andrea), Maribel y yo. Una
tarde lluviosa conversé en el Big Joe con mi amigo Mario Berardi, también escritor,
e intercambiamos libros como si fueran banderines. A quienes han colaborado en
Acequias, revista de la Ibero Torreón, les di el ejemplar de papel
correspondiente y mi reiterada gratitud a nombre de la Ibero Torreón. El 23 de
mayo, día de mi cumpleaños, me entrevistaron en la estación Radio Cultura de la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) para el programa “El país y sus
escritores”, conducido por Edgardo Muller, esto en el rumbo más pirrurris de
Recoleta. Y otra tarde, ésta de ventisca, saludamos en la cafetería La Giralda
al gran periodista y narrador Ricardo Ragendorfer, a quien no conocíamos. Una
noche volvíamos ya algo tarde al departamento y nos topamos en la calle Loyola
con un establecimiento (El furor de Villa Crespo que guarda el recuerdo del
maestro Osvaldo Pugliese) de donde emergían notas de tango; con curiosidad
entramos y vimos bailar un rato a las parejas hipnotizadas e hipnotizantes por
culpa de aquel endiablado ritmo. La única actividad mañanera que tuvimos se dio
el jueves 25, cuando por instancias de Alejandro Dolina asistimos a una
entrevista de radio que me hicieron en el programa La Mañana, con Víctor Hugo
Morales, periodista que todos los futboleros no pueden no conocer pues fue él
quien relató para la eternidad el segundo gol de Maradona a los ingleses en
1986, donde bautizó a Diego como “barrilete cósmico” (el barrilete es lo que
nosotros conocemos como “papalote”). El mismo 25 en la tarde asistimos al
festejo del día patrio en la Plaza de Mayo, donde la oradora fue Cristina
Fernández de Kirchner, vicepresidenta argentina. En medio de estas actividades
se dio el curso sobre literatura mexicana que compartí por allá, la
presentación de mi libro “Entre las teclas”, en edición argentina, y un viaje a
Tigre, ciudad turística bellísima a la que el domingo 28 de mayo nos condujeron
Fabián y Adriana. Cuando llegó la noche anterior a nuestro regreso todavía le
sacamos jugo al recorrido: Laura Nicastro y Quique Ruslender, su esposo, nos
invitaron a disfrutar un asado en su departamento, del cual salí además con un
jersey de Chacarita Jr., regalo de Quique, acaso el hincha número uno de los
Funebreros.
¿Algo se me pasa en esta apretadísima y meramente enumerativa crónica? Mucho, todo lo inefable, como el sabor de los vinos o de mis amadas chocotortas con café, como la impagable amistad de tantos amigos y el hecho simple, elemental, de ser, de existir junto a la mujer que amo.