Más allá de que la Unesco apunte qué es y qué no es el patrimonio
material o inmaterial de la humanidad, un buen hábito de cualquier comunidad
pequeña o grande es velar por la preservación de aquellos rasgos que la
caracterizan. Ya Saúl Rosales, por ejemplo, hace poco nos llevó a reflexionar
sobre el valor de la arquitectura lagunera que él definió como “neoclásica de
un piso”; además, nos hizo ver la poca atención que tanto las autoridades como
la ciudadanía prestamos a esas edificaciones que todavía distinguen la
fisonomía de nuestro espacio. El ensayo de Saúl Rosales fue publicado con el
título “Torreón neoclásico de un piso”, y aún puede ser solicitado gratuitamente,
como PDF, en mi correo electrónico: rutanortelaguna@yahoo.com.mx o aquí.
Con un propósito afín, la doctora (en historia) Laura
Orellana Trinidad, encargada del área de investigación de la Ibero Torreón, ha
destacado la importancia de un par de documentos resguardados en el Archivo
Histórico Juan Agustín de Espinoza. En su ensayo “Dos catálogos de mosaicos
hidráulicos”, publicado en la revista Acequias
número 84, analiza el valor de dos libros cuyo contenido se vincula
directamente con un elemento práctico y decorativo de nuestra vida cotidiana:
el mosaico.
Lo plantea de la siguiente manera: “Cómo
podía una fábrica, a finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX,
mostrar sus productos de construcción sin transportarlos a lo largo y ancho de
México? No hablamos de cemento o de ladrillos, que se pueden evocar fácilmente,
sino de una novedad que había llegado de Europa —el mosaico hidráulico— que había
adquirido el estatus de ‘arte aplicada’. Sus piezas artísticas eran coloridas o
monocromáticas, de manufactura artesanal, fáciles de limpiar, durables. Parecía
imposible mostrar estas cualidades a los posibles clientes sólo en ‘blanco y
negro’, tonos que manejaba el periódico, único medio visual de la época para
llegar a un público más amplio. ‘De la vista nace el amor’, dice el dicho, y
quizá por ello las industrias mosaiqueras editaron catálogos comerciales con
gruesas pastas, fino papel y buenas imágenes de las piezas que podían ser
instaladas en los pisos de las viviendas, así como en plazas y banquetas. La
facilidad de los catálogos es que podían llevarse o enviarse a cualquier
lugar”.
De la mano de este trabajo de investigación nació la
idea, alentada por el Departamento de Diseño, Arquitectura e
Ingenierías y el Archivo Histórico de la Ibero Torreón, de articular una
convocatoria llamada “Cazadores de mosaicos”. “La propuesta es sumarse como ‘cazadores’
de mosaicos hidráulicos (también llamados ‘de pasta’) para ubicarlos en toda la
Comarca Lagunera. Seguramente los has visto: son baldosas decorativas para
pisos y pavimentos, de uso interior y exterior, realizadas con cemento. Algunos
son coloridos y tienen diseños geométricos, florales, arabescos, grecorromanos
y de muchas variedades. También hay algunos más sencillos, con un dibujo
octagonal, que tienen pequeños hoyitos o hendiduras y puedes encontrarlos en
plazas, banquetas. Mientras más fotografías de mosaicos se envíen, quienes
participen tendrán más oportunidades de ganar, mediante sorteo, premios en
efectivo de hasta 5 mil pesos”. La convocatoria completa puede ser consultada
en el Facebook del Archivo Histórico de la Ibero Torreón o aquí.
Los catálogos que dieron pie a esta excelente idea fueron puestos en circulación, hace varias décadas, por las empresas Quintana Hermanos, de la Ciudad de México, y La Industrial, de Valentín Rivero y Sucesores, ubicada en Monterrey, Nuevo León. Su conservación en papel ha permitido establecer un nexo entre el pasado y el presente, y es así como un documento se vuelve “histórico” en el sentido de que refleja ideas, emociones y gustos pretéritos que quizá, como en el caso de los mosaicos hidráulicos, aún sobreviven entre nosotros y por lo tanto es posible ubicarlos, “cazarlos”.