sábado, junio 05, 2021

Suicidas somos y en el camino andamos








Puede ser que nadie haya escrito y publicado más palabras que yo sobre el periférico que simula ser el libramiento a la zona metropolitana de La Laguna, el conocido como Raúl López Sánchez en la parte de Coahuila, y bulevar Ejército Mexicano en la de Durango. Es, como sabemos, una ruta que en todos sus años de historia jamás ha quedado bien, digna de una región que se ufana, no sin chovinismo barato, de emprendedora y moderna. Lejos de ser una “vialidad” (así le dicen hoy en lugar de “vía”) diseñada para agilizar y dar seguridad al tráfico, se trata de un paso en el que todo puede suceder cada vez que tenemos la riesgosa necesidad de recorrerlo, así que la considero uno de los ejemplos más acabados del desastre urbanístico que viene siendo la comarca lagunera (uso el “viene siendo” consciente del exceso de elegancia que esto implica).

¿Cuántos millones costaría remozar el Raúl López Sánchez/Ejército Mexicano? ¿Esta mejoría no se ha emprendido en serio por los problemas de circulación que supone? ¿A qué instancias de gobierno les tocaría atender esta urgencia? Sea lo que sea, lo cierto es que el tramo nació mal, siguió mal y hasta la fecha no ha dejado, por más manitas de gato que le dan, de representar un paso de la muerte. Nomás en esta semana padecí dos veces un par de embotellamientos, uno de ellos escalofriante, pues en la loma ubicada a la altura de la avenida Bravo se dio una carambola que interesó a más de quince autos. Al quedar tapada la arteria como si fuera colesterol metálico, una enorme tripa de vehículos fue sometida a la resignación de esperar paralizada sobre lo que en teoría debe funcionar como “libramiento”, es decir, como vía para librar algo, en este caso el tráfico de la ciudad.

No es, desafortunadamente, el único punto de la metrópoli distinguido por su conflictividad. Todos los que aquí vivimos y recorremos ciertas rutas sabemos lo denso que se ha tornado el acto de conducir, tanto que luego del confinamiento y la poca o nula necesidad de manejar hemos podido advertir hoy, en el regreso a las actividades fuera de casa, lo horroroso que es trepar al auto y encontrar a cada metro el acecho de peligros motivados en gran medida por conductores suicidas, como dice Joaquín Sabina, y por innumerables arterias mal trazadas, permanentemente diseñadas al “ahi se va”.

En el periférico no hay un punto crítico, pues todo allí lo es. Uno que frecuentemente me pone a temblar es el acceso de poniente a oriente, para tomar hacia el sur, frente a Galerías. En ese pequeño tramo hay que jugársela, no hay de otra. El bulevar Revolución tiene también lo suyo en muchos puntos; me asombra el tramo oriente-poniente a la altura del Crown Plaza. Tras pasar el crucero inteligente (ya me da flojera entrecomillar el adjetivo) los carriles tienen un dibujo que se enreda y obliga a permanecer alerta, pues uno nunca sabe, como las canicas de la feria, en cuál carril va a derivar.

Como ya comenté, cada quien puede compartir el viacrucis suyo de cada día, como el que deben (debemos) padecer quienes usamos el tramo norte-sur de la carretera Torreón-San Pedro a la altura de Villa Florida. Si deseamos acceder al libramiento, en horas pico es necesario hacer una cola enorme, pues el punto quedó convertido en una ratonera. Eso no es lo terrible, sino el hecho de que en el carril intermedio no falta que alguno frene para ingresar más adelante y ahorrarse así parte de la fila, lo que obliga a pasar ese espacio a la velocidad de una boyada.

Y ya que destaqué tal zona, del libramiento al Nudo Mixteco hoy se realizan labores de ornamento en los costados. Eso está bien, pues hará menos ingrata la vista a la gente bonita que reside en las colonias ubicadas en el norte de la ciudad. Lo ideal sería que esta misma política se habilitara a la altura, por ejemplo, del manto de la virgen, sitio muy desatendido, y de muchísimos más.