Una modalidad mexicana del video viral es la de las “ladys” y su
correlato masculino de los “lords”. Se trata, como sabemos, de generalmente
breves secuencias captadas con celular en las que personajes más bien
desconocidos saltan a la repentina fama gracias, sobre todo, a sus modales.
Entre más clasistas, racistas, sexistas, machistas, homofóbicos, violentos,
pedestres y demás linduras sean, mejor para el respetable público que devora
con avidez de zopilote esa carroña audiovisual.
Confieso,
no sin sonrojo, que he visto varios, tal vez muchos más de los que un
psiquiatra pueda determinar como peligrosos. He tratado de verlos, y sobre todo
oírlos, porque en ellos se cifra un breve y trágico cristal de la índole de los
cavernícolas antiguos, ya que indefectiblemente exponen facetas harto lamentables de la condición humana. Aquél, por ejemplo, viralizado como #ladychile, en el
que una señora de su casa exhibe a la trabajadora doméstica por hurtar un
delicioso chilazo en nogada. O ese otro de #ladyIMSS, donde una señito con
vocabulario de Pedro Weber Chatanooga
suministra una andanada de insultos de alto voltaje porque no le pueden surtir
un medicamento. También memorable es #ladysoriana, seño que en la caja del supermercado
atizó sin piedad a la cajera, a quien calificó como “pinche gorda”. No menos
impresionante es el de la chica oriental, #ladytakataka, que fue catapultada a
la popularidad cuando la exhibieron vendiendo productos caducos; y por último,
entre las inolvidables de este burdo género, el de #lady100pesos que le dio la
vuelta a México ya que la protagonista, visiblemente guapa y briaga, quería
sobornar a la autoridad con miserables cien pesos, y ya se sabe que cien varos no sirven en esta época para sobornar a un buen oficial de policía o de
tránsito.
El
fenómeno de las ladys —y en menor medida el de los lords— explica a trasmano la
brutal caída de los ratings
televisivos. Géneros de televisión hay, como los cómicos, que en los años
recientes se han desplomado gracias al éxito del humor involuntario diseminado
por las redes. Ahora bastan un celular y una plataforma de internet para que un
video corra con buena suerte. Pero enmiendo, eso no es suficiente: también son
necesarias ladys que sean capaces de sonrojar al más prominente de los
carretoneros. Cuando todo eso se conjuga, la viralización está garantizada.