Adrede
usé el plural, eso de “géneros”, porque me refiero a los literarios, no a los
de nuestra sexualidad. Sabido, muy sabido es que la novela acapara desde hace
años la atención de (no sabemos quién fue primero, como el huevo o la gallina)
editores y lectores, y que otros géneros han pasado a convertirse en satélites
que a veces ni siquiera tienen cabida en el sistema de mercado. No por otra
razón alguien ha dicho que la poesía (puedo agregar al ensayo y casi también al
cuento) es una de las pocas cosas, acaso la única, que no le interesan al comercio,
una especie de derrota con extraño sabor a triunfo.
Pues
bien, tal no ha sido el caso de la novela, género lucrativo si los hay. Esto ha
provocado que, como en el mundo capitalista se le tiene bien apapachada, los
lectores y hasta los mismos escritores y no se diga los editores, crean que es
un género per se más importante, el
único que pone la vara alta. En mi escala de gustos, que no importa pero de
todos modos es mía, aprecio, y mucho, la novela, pero a fuerza de contacto con
otros moldes también les tengo ley. No tan secretamente leo bastante poesía,
siempre estoy metido con el cuento, admiro a los ensayistas y me encantan
géneros en apariencia menores como la crónica y la entrevista. O sea, me cuadra
el bufet, no un platillo único.
Fue
un placer, por ello, toparme con una entrevista de Piglia a Rodolfo Walsh. En
ella, el gran maestro RW declara lo siguiente, que es cierto, por su aspiración
a la equidad de géneros, aunque se refiera a un contexto muy distinto al
actual (1970): “Un periodista me preguntó por qué no había hecho una novela con eso,
que era un tema formidable para una novela. Lo que evidentemente escondía la
noción de que una novela con ese tema es mejor o es una categoría superior a la
de una denuncia con ese tema. Yo creo que esa concepción es una concepción
típicamente burguesa (…) Porque evidentemente la denuncia traducida al arte de
la novela se vuelve inofensiva, no molesta para nada, es decir, se sacraliza
como arte. (…) al mismo tiempo creo que gente más joven que se forma en
sociedades distintas, en sociedades no capitalistas o en sociedades que están
en proceso de revolución, gente más joven va a aceptar con más facilidad la
idea de que el testimonio y la denuncia son categorías artísticas por lo menos
equivalentes y merecedoras de los mismos trabajos y esfuerzos que se le dedican
a la ficción”.