jueves, septiembre 03, 2009

Cuenta regresiva



Como el conteo que se hace para que los trasbordadores salgan al espacio con o sin mexicanos a bordo, ha empezado ayer, o antes de ayer, si se quiere, el desfile en reversa de los números mediante los que se va apagando, muy prematuramente, el poder que alguna vez quizá tuvo en sus manos el actual gobierno. Tras el mensaje leído en un ambiente acolchonado, sin molestias fernandeznoroñas o muñozledas, el usuario de la banda presidencial ha pasado a representar un papel de reparto y cede el rol protagónico a un priísmo que viene a todo galope y trae tres jinetes principales: un sonorense de bigote, un encopetado mexiquense y un mánager portador de calva que brilla no por su ausencia, sino por su mandona presencia en el proceso tricolor que apetece recuperar las canicas perdidas en 2000.
Calderón, ya en sus últimas, informó sobre “el estado que guarda la nación” y nadie en sus cabales toma en serio el reporte. No hay maquillaje suficiente para embellecer el momento que vive el país, se haiga deteriorado como se haiga deteriorado. Las excusas siempre serán muchas, pero el caso es que hoy estamos peor que en 2000 en todos los rubros, incluido el democrático-electoral en el que supuestamente habíamos mejorado tras la apabullante victoria del bato con botas. Mal en todo, muy mal, tanto que ahora ni siquiera quedan reservas de entusiasmo como para hacer el esfuerzo de creer en algo y depositar así sea poquita fe en cualquiera de los proyectos que siguen navegando por el camino real de la demagogia.
Porque es demagogia decir que lo alcanzado es “claramente insuficiente” cuando no hay, como sabemos, avances, sino retrocesos. Aceptar que algo es “insuficiente” implica morder la carnada del a priori: avanzamos, pero no dimos los pasos suficientes para llegar a la meta trazada. Esa falacia significa dos cosas: 1) que caminamos hacia delante; y 2) que vamos por buen carril. Pero ni lo uno ni lo otro: no caminamos, sino retrocedimos, lo que por sí mismo supone que vamos por el rumbo equivocado.
Nomás, para acabar pronto, de los cinco rubros que recibieron énfasis en el informe se advierte que el saldo es mayoritariamente rojo: la crisis económica, cuyos orígenes son machaconamente ubicados en el exterior, nos tiene cayendo en el resbaladero de la zozobra. Quizá las cifras macroeconómicas digan que la situación no está del diantre, pero en el día a día se nota, sin necesidad de que las amas de casa hagan comparaciones forzadas, que el encarecimiento de los bienes y servicios mantiene un ritmo constante más allá del dolor. Atado a eso, hay un bajón notable en la demanda que sin duda colabora en la cancelación de empleos, lo que de paso agudiza la crisis y repercute definitivamente en lo social, sobre todo en el renglón de la delincuencia. Si antes había robos por millones de pesos, hoy, por desesperación, se sabe de asaltos por hambre, lo que hace mucho pensábamos extinto.
La medida estelar de la actual administración es, sin duda, la más polémica: ¿ha servido para algo el combate frontal a la delincuencia? ¿Cuántos recursos han sido invertidos en esa faena y puede hablarse ya de un costo-beneficio real? ¿Qué tan legal es haber sacado al ejército de los cuarteles para que lidie un toro que constitucionalmente no es de su lote? Además de la lucha armada contra la delincuencia, ¿no es necesario pensar también en las vías alternas de la despenalización de ciertas drogas, la inversión preventiva en deporte y cultura, la limpia de cuadros policiacos, el énfasis en las labores de inteligencia y, sobre todo, en la fiscalización rigurosa de lavaderos?
Añade Calderón los temas de la influenza “AHLNL” (como dijo la microbióloga Elba Esther Godzillo), el problema con el petróleo y la sequía. Artificiales o naturales, los problemas del país son inmensos y hondos, y no ha podido con ellos un gobierno que ya oye “claramente” su cuenta regresiva.