Con los ojos todavía legañosos (o lagañosos, para decirlo en buen lagunero) desperté ayer y lo primero que hice fue recoger mi edición de La Opinión en el zaguancito a donde lo arroja el repartidor. Pensé que era 28 de diciembre. Me pareció una nota absurda, una broma, la ocurrencia más locochona de un redactor deportivo: Cuauhtémoc Blanco, el jorobado de Tepito, el ex de Galilea Mmmmmontijo, sería refuerzo estelar del Santos en la liguilla, eso debido a la lesión de Christian Benítez y te juites. Insisto que la nota me pareció digna de 28 de diciembre, al grado de que, modorro todavía, tuve que hacer un esfuerzo más o menos brusco para espabilarme y entender bien a bien su contenido. ¿El jorobado en La Laguna? ¿Es posible hacer contrataciones ya con el torneo en marcha? ¿Por cuántos melones de dólares? ¿Es nomás por un ratito o dejará Chicago, la poderosa ciudad de los vientos, por nuestra comarca, La Laguna también de los vientos pero con un chingatamadral de tierra? ¿A quién se le ocurrió buscarlo?
Sea lo que sea, y como en estos meses recientes he andado más lejos del futbol que de la egiptología, recibí con una mezcla de desconcierto y gusto la noticia. Me confundió, me confunde, la dinámica de las contrataciones a media temporada; no sabía que pudieran hacerse, aunque debo presuponer que en el plegostioso negocio del fut todo es posible. Pero claro, es grato saber que el cabrón jorobado jugará por los colores de nuestro rancho, máxime (máxime, qué linda palabra de orador vernáculo) si viene en un periodo no apto para cardiacos (ídem), le liguille (dicho esto como el Perro Bermúdez).
Porque, con o sin nuestra opinión, el Cuauh, como lo conocen en el bajo mundo de los programas deportivos, es un espléndido jugador. O digamos que lo fue en sus odiosos tiempos del América, aunque es bien sabido que todavía le quedan muchas jugadas en la joroba mágica. Cómo olvidar su genio, en todos los sentidos que alberga esta palabra: genio para jugar y genio (mal humor) para meterse en líos con todo el planeta: con árbitros, con jugadores, con entrenadores, con comentaristas (recordemos el puñetazo que le atizó al gordo Faitelson), con estrellas de la farándula, con familiares (su ex esposa, por ejemplo), con directivos. Si Adolfo Castañón afirma que Monsiváis es el último escritor público de México (es decir, conocido en todos lados, incluso en la calle), yo me atrevo aquí a señalar que Cuauh es el último futbolista tempestuoso de México, tanto que durante un rato hizo vida mediática como de boxeador, como de Púas Olivares hasta en el modito carretonero de hablar.
Cuauh es Cuauh, y no se parece a naiden. Y fuera de bromas, fue un espléndido futbolista, un tipo con artes misteriosas para el trato del balón. Nunca olvidaré la anécdota que ilustra como ninguna el tamaño de este Cuauhsimodo tepiteño: Mundial del 98, Francia. Jorge Valdano fue invitado por TV Azteca a comentar durante las transmisiones. En una de ellas, editorializó sobre el Cuauh (esto hay que leerlo con tono argentino): “Este Cualtémoc [nunca pudo pronunciar bien ese nombre náhuatl] es un caso muy extraño: es grandote, jorobado, de lejos se ve torpe, como si se fuera a caer o a enredar con el balón, pero siempre resuelve de maravilla las jugadas”. Y sí, tenía que ser un campeón como Valdano, el mejor escritor futbolístico de nuestra lengua, quien definiera al jorobado de Tepito. Ya veremos cómo le va por acá, en La Laguna y con la casaca de rayas verdiblancas.
Sea lo que sea, y como en estos meses recientes he andado más lejos del futbol que de la egiptología, recibí con una mezcla de desconcierto y gusto la noticia. Me confundió, me confunde, la dinámica de las contrataciones a media temporada; no sabía que pudieran hacerse, aunque debo presuponer que en el plegostioso negocio del fut todo es posible. Pero claro, es grato saber que el cabrón jorobado jugará por los colores de nuestro rancho, máxime (máxime, qué linda palabra de orador vernáculo) si viene en un periodo no apto para cardiacos (ídem), le liguille (dicho esto como el Perro Bermúdez).
Porque, con o sin nuestra opinión, el Cuauh, como lo conocen en el bajo mundo de los programas deportivos, es un espléndido jugador. O digamos que lo fue en sus odiosos tiempos del América, aunque es bien sabido que todavía le quedan muchas jugadas en la joroba mágica. Cómo olvidar su genio, en todos los sentidos que alberga esta palabra: genio para jugar y genio (mal humor) para meterse en líos con todo el planeta: con árbitros, con jugadores, con entrenadores, con comentaristas (recordemos el puñetazo que le atizó al gordo Faitelson), con estrellas de la farándula, con familiares (su ex esposa, por ejemplo), con directivos. Si Adolfo Castañón afirma que Monsiváis es el último escritor público de México (es decir, conocido en todos lados, incluso en la calle), yo me atrevo aquí a señalar que Cuauh es el último futbolista tempestuoso de México, tanto que durante un rato hizo vida mediática como de boxeador, como de Púas Olivares hasta en el modito carretonero de hablar.
Cuauh es Cuauh, y no se parece a naiden. Y fuera de bromas, fue un espléndido futbolista, un tipo con artes misteriosas para el trato del balón. Nunca olvidaré la anécdota que ilustra como ninguna el tamaño de este Cuauhsimodo tepiteño: Mundial del 98, Francia. Jorge Valdano fue invitado por TV Azteca a comentar durante las transmisiones. En una de ellas, editorializó sobre el Cuauh (esto hay que leerlo con tono argentino): “Este Cualtémoc [nunca pudo pronunciar bien ese nombre náhuatl] es un caso muy extraño: es grandote, jorobado, de lejos se ve torpe, como si se fuera a caer o a enredar con el balón, pero siempre resuelve de maravilla las jugadas”. Y sí, tenía que ser un campeón como Valdano, el mejor escritor futbolístico de nuestra lengua, quien definiera al jorobado de Tepito. Ya veremos cómo le va por acá, en La Laguna y con la casaca de rayas verdiblancas.
Terminal
En nuestra gustada sección “Lógicas marcianas”, va: Ricardo Peláez, ex futbolista y ahora conductor deportivo en Televisa, hizo un comento delicioso en el “juego” de México contra Honduras: “El futbol es equilibrio, y México anda mal en la defensa y mal en el ataque”. O sea que, lógica mediante, tenemos un futbol inmejorable, en perfecto equilibrio.
En nuestra gustada sección “Lógicas marcianas”, va: Ricardo Peláez, ex futbolista y ahora conductor deportivo en Televisa, hizo un comento delicioso en el “juego” de México contra Honduras: “El futbol es equilibrio, y México anda mal en la defensa y mal en el ataque”. O sea que, lógica mediante, tenemos un futbol inmejorable, en perfecto equilibrio.