Hace algunos años dejé al lado la entrevista. Nunca me sentí cómodo en ella. Las hice, y bastantes, pero lo mío no era preguntar y transcribir palabras. Entre las más destacadas está la que alguna vez entablé vía telefónica con Juan Goytisolo, el escritor español que acaba de recibir el Premio Nacional de las Letras Españolas. Autor de una de las obras literarias más respetadas en el mundo, Goytisolo ha vivido fuera de su país, lejos del mundillo literario y de los frívolos reflectores. Mi diálogo con él se dio en el 2000; presento aquí una versión resumida.
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—Usted es un crítico severo de la literatura española contemporánea. Dado que son españolas las principales editoriales que cubren el ámbito de Latinoamérica, a nosotros nos debe preocupar lo que se decide por allá. ¿Cuál es el principal defecto, pues, de las editoriales? ¿Gana la calidad o gana el marketing?
—El editor puede publicar libros de amplia venta, pero con el dinero que se obtenga está obligado a publicar textos literarios. Lo malo es que ahora se le da preferencia sólo a los best sellers y ocurre un fenómeno parecido al de Estados Unidos, donde las grandes cadenas de distribución de libros ya rechazan sistemáticamente la obra literaria que sólo se puede vender en las librerías independientes. De una manera u otra, este fenómeno se está extendiendo por Europa.
—El editor puede publicar libros de amplia venta, pero con el dinero que se obtenga está obligado a publicar textos literarios. Lo malo es que ahora se le da preferencia sólo a los best sellers y ocurre un fenómeno parecido al de Estados Unidos, donde las grandes cadenas de distribución de libros ya rechazan sistemáticamente la obra literaria que sólo se puede vender en las librerías independientes. De una manera u otra, este fenómeno se está extendiendo por Europa.
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—Usted ha mantenido contacto con la literatura de este lado del océano; sabemos por ejemplo de su cercanía con Carlos Fuentes. ¿En qué condición encuentra hoy a las letras latinoamericanas?
—No tengo un conocimiento global porque se escribe muchísimo y no puedo estar al tanto de lo que ocurre, pero sí tengo afinidades con una serie de autores latinoamericanos. Aquí en México fui amigo de Octavio Paz, soy gran amigo de Carlos Fuentes, estimo a escritores como Fernando del Paso. He procurado siempre, en la medida de lo posible, estar al tanto de lo que se publica en México y en el resto de Iberoamérica.
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—En una reseña publicada por El País sobre su libro Cogitus interruptus, Julio Ortega afirmó que usted es un defensor de los clásicos. La pregunta es, primero, ¿cómo evitar el olvido de los clásicos y, segundo, cómo evitar una lectura anémica de esos autores?
—Eso depende de los profesores. Parece que algunos hacen todo lo posible para alejar al estudiantado de una lectura viva de los clásicos. En este curso que he dado en Monterrey he analizado cómo debe verse, de una forma viva, un determinado pasaje del Libro del buen amor, para que la gente vea que es un texto muy rico y muy sugerente. Para mí La Celestina es un libro de una actualidad enorme.
—España celebra ahora 25 años de reencuentro con la democracia. A usted le tocó vivir con plena conciencia ambos periodos: el franquismo y la actualidad. ¿En qué ha avanzado o en qué ha retrocedido la literatura española en el último cuarto de siglo?
—La censura ha desaparecido; la censura religiosa, política, ideológica, pero hay ahora otra: la censura comercial.
—¿Cómo ven desde Europa los cambios políticos en México?
—Me he alegrado porque era obvio que había que acabar con un sistema único que había dominado la vida mexicana durante decenios. Ahora hay que ver cómo se enfrenta Fox a los gravísimos problemas políticos y económicos de este país. Hay que juzgar al nuevo gobierno por sus actos.
Terminal
En nuestra gustada sección “Ortografía de la tele”, va: Javier Rodríguez me informa que al comentar la muerte de un jugador de futbol, el cintillo de Hechos Meridiano (TV Azteca) apuntó: “Trajedia en el campo”. Vaya herror.