Hace todavía diez o quince años la poca gente que iba a las librerías buscaba sobre todo obras literarias. El presupuesto era ése: las librerías vendían principalmente literatura y si de paso se pegaba algún libro de otro tema (historia, ciencia, política…), excelente, muy bien. Como visitante asiduo de esos establecimientos cada vez menos concurridos, noto ahora, a vistazo de buen cubero, que el paradigma es otro. Ahora predominan los títulos sobre temas de actualidad política y social, libros sobre la horrible coyuntura en la que vamos trepados.
El fenómeno es, supongo, complejo. Algo ha de obedecer a la mala calidad de innumerables obras literarias que ostentan cintillos grandilocuentes y que sólo son, en la triste mayoría de los casos, novelones para matar el tiempo; otro tanto a que las casas editoriales han encontrado nuevos nichos de mercado hasta desplazar a la literatura de su sitio protagónico en las estanterías. Eso me parece lógico, aceptable al menos como conato de explicación. Sin embargo, vislumbro otras razones quizá más profundas, y hasta puede ser, incluso, que asentadas en el subconsciente del lector. Ante la descomposición de la realidad, ante el actual estadio de podredumbre que permea toda esfera de la vida pública, la gente ya no se contenta con ficciones, con metáforas o alegorías. Por muy atrevida que parezca, la ficción no deja de ser eso, un constructo, un mentiroso artificio que en muy poco logra captar el desvencijamiento social. La realidad, entonces, terminó desplazando a la fantasía, la hizo polvo, de suerte que ahora los libros más buscados son aquellos que, bien o mal escritos, bien o mal investigados, prometen acercamientos o profundizaciones al drenaje profundo de, sobre todo, los círculos de poder político, empresarial y mafioso, si es que en esencia no son lo mismo.
Esto que era una corazonada más o menos borrosa hace algunos meses la vengo corroborando en los días recientísimos. Tan evidente es que podemos hacer la prueba: asómese quien quiera, por ejemplo, a la sección de libros en un Sanbron’s. Puede ser cualquier otro negocio, pero tomemos sólo ése como campo de observación: los libros que gozan del mejor espacio son ahora aquellos que abordan algún fleco de la agusanada realidad. En un solo mostrador se puede apreciar cuán poderosa es la corriente que lleva a muchos escritores y periodistas bien dispuestos a la indagación de nuestros males. Salvo en casos excepcionales, estos libros nacen, son exhibidos y mueren en breve tiempo. Si bien les va, duran de seis meses a un año como focos de atención, y luego entran en su irremediable periodo de caducidad. Esto se debe a que la coyuntura cambia de inmediato, semana tras semana. En este momento, por caso, alguien escribe ya el libro sobre el avionazo del martes 4, así que debemos esperarlo dentro de unos pocos meses.
Mientras, hago una lista demostrativa de lo que afirmo: hoy podemos hallar, infaliblemente: Los intocables, coordinada por Jorge Zepeda Patterson, serie de reportajes con una estructura parecida a la de Los amos de México, que también coordinó Zepeda Patterson; Doña Perpetua, sobre Elba Esther Gordillo, por Arturo Cano y Alberto Aguirre; Así lo viví, por Luis Carlos Ugalde; En las entrañas del monstruo: la verdadera historia de Jean Succar Kuri, por Wenceslao Cisneros; La reina del pacífico: es la hora de la verdad, por Julio Scherer García; Los cómplices del presidente, por Anabel Hernández. Esos, entre muchos otros libros, ilustran lo que afirmo: llanamente, la literatura ha pasado a escaparates más discretos.
El fenómeno es, supongo, complejo. Algo ha de obedecer a la mala calidad de innumerables obras literarias que ostentan cintillos grandilocuentes y que sólo son, en la triste mayoría de los casos, novelones para matar el tiempo; otro tanto a que las casas editoriales han encontrado nuevos nichos de mercado hasta desplazar a la literatura de su sitio protagónico en las estanterías. Eso me parece lógico, aceptable al menos como conato de explicación. Sin embargo, vislumbro otras razones quizá más profundas, y hasta puede ser, incluso, que asentadas en el subconsciente del lector. Ante la descomposición de la realidad, ante el actual estadio de podredumbre que permea toda esfera de la vida pública, la gente ya no se contenta con ficciones, con metáforas o alegorías. Por muy atrevida que parezca, la ficción no deja de ser eso, un constructo, un mentiroso artificio que en muy poco logra captar el desvencijamiento social. La realidad, entonces, terminó desplazando a la fantasía, la hizo polvo, de suerte que ahora los libros más buscados son aquellos que, bien o mal escritos, bien o mal investigados, prometen acercamientos o profundizaciones al drenaje profundo de, sobre todo, los círculos de poder político, empresarial y mafioso, si es que en esencia no son lo mismo.
Esto que era una corazonada más o menos borrosa hace algunos meses la vengo corroborando en los días recientísimos. Tan evidente es que podemos hacer la prueba: asómese quien quiera, por ejemplo, a la sección de libros en un Sanbron’s. Puede ser cualquier otro negocio, pero tomemos sólo ése como campo de observación: los libros que gozan del mejor espacio son ahora aquellos que abordan algún fleco de la agusanada realidad. En un solo mostrador se puede apreciar cuán poderosa es la corriente que lleva a muchos escritores y periodistas bien dispuestos a la indagación de nuestros males. Salvo en casos excepcionales, estos libros nacen, son exhibidos y mueren en breve tiempo. Si bien les va, duran de seis meses a un año como focos de atención, y luego entran en su irremediable periodo de caducidad. Esto se debe a que la coyuntura cambia de inmediato, semana tras semana. En este momento, por caso, alguien escribe ya el libro sobre el avionazo del martes 4, así que debemos esperarlo dentro de unos pocos meses.
Mientras, hago una lista demostrativa de lo que afirmo: hoy podemos hallar, infaliblemente: Los intocables, coordinada por Jorge Zepeda Patterson, serie de reportajes con una estructura parecida a la de Los amos de México, que también coordinó Zepeda Patterson; Doña Perpetua, sobre Elba Esther Gordillo, por Arturo Cano y Alberto Aguirre; Así lo viví, por Luis Carlos Ugalde; En las entrañas del monstruo: la verdadera historia de Jean Succar Kuri, por Wenceslao Cisneros; La reina del pacífico: es la hora de la verdad, por Julio Scherer García; Los cómplices del presidente, por Anabel Hernández. Esos, entre muchos otros libros, ilustran lo que afirmo: llanamente, la literatura ha pasado a escaparates más discretos.
Terminal
En nuestra gustada sección “Neologismos para definir a los gorrones”, va: ¿Cuál es la enfermedad que padecen los que se cuelan a las fiestas sin invitación? Muy fácil: acoplejía.
En nuestra gustada sección “Neologismos para definir a los gorrones”, va: ¿Cuál es la enfermedad que padecen los que se cuelan a las fiestas sin invitación? Muy fácil: acoplejía.