Quizá uno de los lugares más pinches de la comarca lagunera es la central camionera de Torreón. De hecho hoy, en la Juárez, luce más triste y flatulenta que cuando estaba en la Pestilente Carranza, allá donde ahora hacen su nido las arañas del Premier y de Los Pinos, centros de baile en los que innumerables princesas nocturnas ofrecen a diez varos el cumbión de licra y lentejuela. Pero no me desvío. Comentaba que la central torreonense es un adefesio (adefesio, no edificio) que está para llorar y no corresponde en nada con las ínfulas que nos gastamos como habitantes de una ciudad supuestamente acostumbrada al progreso.
Imaginemos que somos turistas, y que llegamos de, por ejemplo, Chihuahua o Zacatecas. Que en la mente traemos un estereotipo de Torreón: esa idea preconcebida nos anticipa que ésta, la ciudad más desarrollada de La Laguna, es seguramente un portento. Apenas bajamos en la central de autobuses y ahí mismo comienza a desmoronarse el estereotipo: suciedad, desorden, obra inconclusas, enredo vial, eso es lo que vemos en la zona, como si Torreón fuera una especie de pueblucho depauperado y no una potencia económica del norte, como presumimos.
Hay a mi juicio al menos tres puntos en los que la central es lastimosa. Los enumero y advierto que todo el conjunto es feo e incómodo, con un tufo a desaseo que se adhiere al olfato y a la mirada con terca persistencia.
1) El estacionamiento. Intuyo que es insólito el caso de la central en este rubro. Uno deja el coche, digamos, en el estacionamiento. Luego hay que salir a pie de ese sitio para entrar al área de las ventanillas donde venden los boletos. Hay dos zonas para estacionamiento, y una de ellas permanece en estado comatoso, con materiales de construcción a medio camino, como obra sin concluir, como decoración de pésimo gusto. Por ello, nadie que vaya a recibir o a despedir parientes o amigos se estaciona en esos lugares, sino afuera, prácticamente en la calle.
2) Área de descenso. Le llamo así, lujosamente, a una angosta tripa de asfalto donde la gente que viajará desciende del coche que los ha llevado a la central. Está a un lado de la tripa donde esperan los taxis, y es muy impráctica, pues con un solo coche que se detenga se arma un cuello de botella inevitable.
3) Vuelta en U. Si uno viene del centro, por la Juárez, a la central, es inevitable dar una peligrosa vuelta en U que fue diseñada por un mariguano. Un más de los disparates que ofrece nuestra vialidad.
No añado más. Sólo debo insistir que a mí me da pena ese roñero. Es depresivo.