A esas alturas del partido creo que se ha definido o intentado definir lo suficiente, aunque con magro éxito, a la literatura norteña. Tanto que, me parece, el tema ya comienza a fastidiar y empieza a parecer un conejillo de indias muy evasivo. De entrada, la única norteñidad que acepto, como común denominador, es la geográfica, y aún en este caso no me queda claro a qué nos referimos exactamente por “norte”, en dónde empiezan y en dónde terminan las márgenes de ese (literalmente) inmensurable espacio. ¿El norte empieza en Zacatecas, Durango y Sinaloa, o sólo son norteños los estados fronterizos? ¿No será también norteña, a su modo, la literatura escrita en español en Texas, Nuevo México, Arizona y California? ¿Siguen siendo norteños escritores como Ignacio Solares, Carlos Montemayor, Evodio Escalante, Salvador Castañeda, Rafael Ramírez Heredia, o ya es preferible regatearles esa condición?
Si el simple criterio geográfico es movedizo, inasible, ¿qué podemos esperar de otros accidentes, como las temáticas, los géneros, los estilos y todo lo que presuntamente ayuda a procurarnos una clasificación de antemano inalcanzable, arbitraria? Como en otros casos, y pienso por ejemplo en el boom latinoamericano, clasificar es delimitar, es afirmar lo que se es, y en el otro lado del biombo, lo que no se es, la alteridad. Pero la tentativa de definir a una literatura no es tan fácil como definir y separar las manzanas y las naranjas, dado que el objeto que buscamos aislar nunca está quieto.
Con pragmatismo, porque así conviene a sus intereses siempre inmediatistas, nuestro mercado editor ha metido en el laxo huacal publicitario una idea de la literatura norteña que suele tocar sólo tres rasgos más o menos comprobables dentro y fuera del texto: es “literatura norteña”, a) la novela b) la novela escrita en ese espacio anchísimo que abarcan los estados fronterizos (sobre todo las ciudades contiguas a “la línea”) y c) la novela escrita en ese espacio anchísimo que abarcan los estados fronterizos y cuyo asunto suministra al lector suficiente desierto, violencia, cerveza, guaripas y trocas del año polarizadas y bien chidotas. Desde ahí, como podemos apreciar, el concepto de literatura norteña es una imposición risible, puesto que excluye casi todo: excluye al cuento, a la poesía y al teatro que abundan en el norte tanto como en cualquier parte, y excluye todos los temas ajenos, deliberadamente ajenos, a la insoportable narquedad del ser.
A propósito del tema, el crítico zacatecano Sigifredo Esquivel Marín ha escrito con lucidez que “El pluralismo del discurso literario tiene la potencia de hacer mil pedazos toda teorización y totalización cerrada. Por tanto hay tantas tipologías de escrituras como escritores”, por tanto, añado yo, tan norteña por nacimiento y tema es una novela sobre narcos como un poema que hunde su mirada en nuestras arideces físicas y psicológicas, y aquí de lo que se trata es, pues, de conformar un mapa amplio de nuestra literatura, un mapa que empiece por regiones y permita apreciar los valores de esas literaturas no por chovinismo, sino por una actitud descolonizante, leer al centro al sur y al extranjero, pero apreciar y estimular lo que se hace en el entorno cercano, como en lo personal he tratado de hacerlo con el corredor Durango-Laguna-Saltillo.
Vuelvo al principio de este breve sondeo. Es el azogado criterio geográfico el único que me permite, y acaso con harto escepticismo, perfilar una vaga noción de “literatura norteña”, pero aún él me parece escapadizo, tanto como pensar que es sólo norteña la literatura que abunda artificiosamente en arracheras, en sequías, en caguamas, en cuernos de chivo, en huerquillos y morritas, en redobas y acordeones, en franqueza y freses golpeadas. Sea lo que sea, si algo preciso es, la literatura que se hace por acá, con o sin adjetivo delimitador geográfico o temático, goza de buena salud, tan aceptable que, como dicen Los Cadetes de Linares en un verso hermosamente pleonástico, “su fama cada día asciende a más”, y sospecho que por allí derechito seguirá (texto leído ayer en el VI Encuentro de Escritores de Durango, Durango).