Presentación de Las manos del tahúr. Durango, Durango, 18 de julio de 2007. A mis costados, los escritores Hernán Lara Zavala y Jesús Alvarado.
Mi amigo el durangólogo Domingo Deras confirma la percepción que le compartí: qué mal conocemos a nuestros paisas de Durango capital, tanto que la falta de comunicación ni siquiera nos crea prejuicios, alguna idea preconcebida que por lo menos ayude a mal vislumbrar su talante, su idiosincrasia. Luego del Encuentro de Escritores celebrado en Durango del 18 al 21 de julio, mi idea del duranguense literario cambió notablemente. Imaginaba su contacto con las letras, pero que todavía no había alcanzado mucho para presumir. Error. Gran error.
En Durango hay un movimiento literario muy interesante, todavía algo provinciano en algunos casos pero que ya da muestras de ir por más. Sin hacer tanto ruido, varios escritores de la capital alacranera están seriamente concentrados en su obra, y casi me atrevo a vaticinar que pronto escucharemos sus nombres con reconocimiento. Eso me dio, me da, mucho gusto, pues la vieja idea de crear un corredor cultural (o en estricto sentido literario) entre Saltillo, La Laguna y Durango (S-L-D), adquiere mayor fuerza en mi interior, tanta que de sólo imaginar el futuro escenario me relamo los bigotes. Como ciudades del norte no fronterizas, creo que nos relacionarnos de una manera diferente con el entorno, en un espacio de indefinición que no es ni centralista ni proyanqui, que es respetuoso del pasado y cautelosamente abierto al cambio que nos sugiere el impetuoso exterior.
En Durango hallé vitalidad, cordialidad, camaradería y deseos de crecer. Es alto su número de escritores de todos los niveles y me asombró que en la mayoría de los casos la soberbia (casi inherente al ejercicio de las artes) cede su sitio al genuino apetito de mejorar. Por supuesto, no faltan los villamelones/as que todavía leen poesía con énfasis grandilocuentes, declamadores/as que suenan más obsoletos que un telegrama y a los que poco o nada les importa el aprendizaje de la técnica literaria con tal de tener un foro para desgarrarse las entrañas con odas al corazón. Pero a esa caducidad se imponen voces que ya tienen una idea muy clara de lo que es la literatura asumida con respeto y disciplina.
Con ellos, y con los saltillenses, insisto, La Laguna podría tener mejor diálogo. Si entre Saltillo y Torreón ya existe alguna decorosa comunicación debida sobre todo a las instancias del Icocult, es importante ahora que las autoridades gomezpalatinas de cultura (la Casa de la Cultura y la dirección cultural del ayuntamiento) les den mayor voz en la comarca a los duranguenses y a su vez promuevan que los laguneros se involucren en las actividades literarias de Durango. Mucho nos podríamos compartir. Muchísimo.
En Durango hay un movimiento literario muy interesante, todavía algo provinciano en algunos casos pero que ya da muestras de ir por más. Sin hacer tanto ruido, varios escritores de la capital alacranera están seriamente concentrados en su obra, y casi me atrevo a vaticinar que pronto escucharemos sus nombres con reconocimiento. Eso me dio, me da, mucho gusto, pues la vieja idea de crear un corredor cultural (o en estricto sentido literario) entre Saltillo, La Laguna y Durango (S-L-D), adquiere mayor fuerza en mi interior, tanta que de sólo imaginar el futuro escenario me relamo los bigotes. Como ciudades del norte no fronterizas, creo que nos relacionarnos de una manera diferente con el entorno, en un espacio de indefinición que no es ni centralista ni proyanqui, que es respetuoso del pasado y cautelosamente abierto al cambio que nos sugiere el impetuoso exterior.
En Durango hallé vitalidad, cordialidad, camaradería y deseos de crecer. Es alto su número de escritores de todos los niveles y me asombró que en la mayoría de los casos la soberbia (casi inherente al ejercicio de las artes) cede su sitio al genuino apetito de mejorar. Por supuesto, no faltan los villamelones/as que todavía leen poesía con énfasis grandilocuentes, declamadores/as que suenan más obsoletos que un telegrama y a los que poco o nada les importa el aprendizaje de la técnica literaria con tal de tener un foro para desgarrarse las entrañas con odas al corazón. Pero a esa caducidad se imponen voces que ya tienen una idea muy clara de lo que es la literatura asumida con respeto y disciplina.
Con ellos, y con los saltillenses, insisto, La Laguna podría tener mejor diálogo. Si entre Saltillo y Torreón ya existe alguna decorosa comunicación debida sobre todo a las instancias del Icocult, es importante ahora que las autoridades gomezpalatinas de cultura (la Casa de la Cultura y la dirección cultural del ayuntamiento) les den mayor voz en la comarca a los duranguenses y a su vez promuevan que los laguneros se involucren en las actividades literarias de Durango. Mucho nos podríamos compartir. Muchísimo.