Los caminos de e-mail son inescrutables. Como todos los usuarios de internet, recibo a diario todo tipo de cartas electrónicas. Abunda la basura, como lo he reiterado hace poco a propósito de cierto spam interesante, pero no deja de ser sorprendente la interacción que se da gracias a la correspondencia colectiva. Me pasó recién: un buen amigo manda una carta simultánea a varios de sus contactos. Él nos conoce a todos, pero los destinatarios no nos conocemos personalmente y, como pasa en estos casos, poco ánimo tenemos de emprender alguna interlocución. La carta, divertida y lúcida, sólo es respondida colectivamente por uno de los contactos. El tema es la reforma fiscal, los usos y costumbres de la hacienda pública y sus víctimas. Quien contestó, un brillante joven llamado Óscar Mondragón, lo hizo con tanta lucidez que le pedí compartir sus palabras con los paseantes de Ruta Norte. Podemos inferir qué es lo que responde Mondragón. He aquí su comentario:
“Lo malo de México es que aquellos que más ganan tienen la capacidad de cobrarle impuestos a los demás en la forma de sobreprecios sobre servicios inescapables para cualquiera que se ofrecen en estructuras monopólicas. Cierto es que la mayor base gravable del país está entre las grandes empresas, pero cuando vemos lo que muchas de ellas obtienen de retornos monopólicos sobre servicios de baja calidad, queda más que compensando cualquier impuesto que pudieran pagar.
Luego, los que menos ganan no pagan nada, pero por ello no pueden exigir nada y se les contempla exclusivamente como votantes silenciosos. Recientemente la profesora ha conseguido que sus agremiados no paguen ISR sobre ciertos sobresueldos y prestaciones, así que los que saben organizarse en bola, tampoco pagan impuestos.
A la clase media desorganizada políticamente es a la que le cargan la mano, con impuestos sobre impuestos, servicios públicos de tan mala calidad que uno los tiene que comprar ‘por fuera’ (seguridad y salud) y servicios privados otorgados por monopolios con calidad del tercer mundo pero a precios de escándalo en el primer mundo. Así que aunque bonito el cuento, no aplica a nuestra realidad actuante.
¿Saben cuanto pagan de ‘impuesto Slim’ por sus conexiones a Internet? Según la OCDE, en costo por Megabit, Japón está a $0.22 USD, mientras que aquí el grandioso Prodigy a esa misma velocidad anda en $52.36 USD. Es decir, cada que pagan su Infinitum están pagando $2.42 pesos por el servicio y $573 pesos de ‘Impuesto Slim’.
Por eso la fortuna de Slim se infla como la espuma mientras el país sigue estancado en el lodo”.