A media temporada ya puede uno saber, con más certeza, cómo anda el abarrote en el futbol mexicano. Salvo dos o tres equipos (Guadalajara, Monterrey…), los demás dan la impresión de siempre en torneos cortos: inestabilidad, zigzagueo entre el desempeño regular y la mediocridad tirándole a mucho menos que eso. He ido a tres partidos en el nuevo estadio y creo que, si no he perdido práctica como espectador, el equipo local está pasando ya de la pobreza de un inicio incierto a la regularidad de las buenas actuaciones. El partido pasado contra Atlante (de los más débiles sinodales, vale decir, pero que al estar 2-0 arriba se convirtió en una buena prueba) enseñó que el funcionamiento colectivo todavía no llega al tope y se tiene que apoyar en la individualidad ya talentosa, ya esforzada.
Como es así, más válido me parece observar el desempeño de las piezas aisladas, aunque con la esperanza de que Romano encuentre, en la mitad restante de la temporada, el parado que dé idea plena de trabajo conjunto. Como no estoy en el medio ni polemizo con nadie, más fácil, creo, me resulta ser confiado y creer que Romano alcanzará el propósito final de todo entrenador: armar un equipo. Ya veremos. Mientras, como digo, los resultados han salido gracias a gestos personales, a brotes de ímpetu individual.
Oswaldo Sánchez ha estado bien. Si no me equivoco, tiene ya un tiempo razonable sin errores notables, algo que quede en el recuerdo como grave; la puerta tiene pues buen vigilante. En la zaga, no falla el más regular de todos los santistas: Iván Estrada; con pelo largo o corto, este chaparro es el conejo de Energizer: nunca se le acaba la pila. La central no es lo mejor, pues Juan Pablo Santiago no me parece el más dotado. Pese a eso, juzgo que la rechifla del domingo pasado fue exagerada, pues el tapatío pasa por una etapa en la que, más allá de sus limitaciones, está tratando de correr y hacer lo suyo. Jonathan Lacerda es un jugador que desde el primer partido (más: desde las primeras jugadas) mostró notables hechuras; rápido, técnico, alto, lo siento en avanzada hacia su acoplamiento definitivo, aunque todavía le noto algo de desconfianza a la hora de atacar; hay que esperar a que dé su máximo, pero para ser su primera temporada en el fut nuestro, no está nada mal.
La media no armoniza todavía con la defensa ni el ataque. Sin ser desastrosa, tampoco anda en su mejor momento, sobre todo por Ludueña, que debido a lesiones y bajas de juego no ha vuelto a ser, como lo fue hace un par de años, el mejor extranjero en el futbol mexicano. Juan Pablo Rodríguez siempre ha cumplido como recuperador, y Carlos Morales ha demostrado ser un aditivo confiable pese a que, como Lacerda, todavía está en proceso de aclimatación. Cuando han jugado, tanto Wálter Jiménez como Fernando Arce han salido algo discretos, por debajo de su futbol habitual.
Adelante, creo, tenemos la mejor línea del equipo. Los partidos que han jugado aquí han estado para clavar, a lo menos, cinco goles en promedio, pero dado el pésimo desempeño a la hora de resolver se han ido pepinos hechos. Oribe Peralta es el mejor regreso al Santos que yo recuerde, si es que ha habido otros; un tanto atrabancado, sin garbo, maduró y aprendió en Jaguares a pararse donde debe, por eso está cazando goles; tiene, además, lo que les falta a muchísimos: unas ganas bárbaras de ser útil. Por otro lado, es una alegría ver a Darwin Quintero, un tipo que se atreve al arabesco; en ocasiones se excede, pero eso se le reprocha menos que su inmadurez resolutiva; el día que aprenda a definir será una maravilla. De Vuoso lo mismo: pundonor y bravura; ya está recuperando su tino goleador; que así sea y pronto vuelva a ser el Vuoso de los muchos goles.
Como es así, más válido me parece observar el desempeño de las piezas aisladas, aunque con la esperanza de que Romano encuentre, en la mitad restante de la temporada, el parado que dé idea plena de trabajo conjunto. Como no estoy en el medio ni polemizo con nadie, más fácil, creo, me resulta ser confiado y creer que Romano alcanzará el propósito final de todo entrenador: armar un equipo. Ya veremos. Mientras, como digo, los resultados han salido gracias a gestos personales, a brotes de ímpetu individual.
Oswaldo Sánchez ha estado bien. Si no me equivoco, tiene ya un tiempo razonable sin errores notables, algo que quede en el recuerdo como grave; la puerta tiene pues buen vigilante. En la zaga, no falla el más regular de todos los santistas: Iván Estrada; con pelo largo o corto, este chaparro es el conejo de Energizer: nunca se le acaba la pila. La central no es lo mejor, pues Juan Pablo Santiago no me parece el más dotado. Pese a eso, juzgo que la rechifla del domingo pasado fue exagerada, pues el tapatío pasa por una etapa en la que, más allá de sus limitaciones, está tratando de correr y hacer lo suyo. Jonathan Lacerda es un jugador que desde el primer partido (más: desde las primeras jugadas) mostró notables hechuras; rápido, técnico, alto, lo siento en avanzada hacia su acoplamiento definitivo, aunque todavía le noto algo de desconfianza a la hora de atacar; hay que esperar a que dé su máximo, pero para ser su primera temporada en el fut nuestro, no está nada mal.
La media no armoniza todavía con la defensa ni el ataque. Sin ser desastrosa, tampoco anda en su mejor momento, sobre todo por Ludueña, que debido a lesiones y bajas de juego no ha vuelto a ser, como lo fue hace un par de años, el mejor extranjero en el futbol mexicano. Juan Pablo Rodríguez siempre ha cumplido como recuperador, y Carlos Morales ha demostrado ser un aditivo confiable pese a que, como Lacerda, todavía está en proceso de aclimatación. Cuando han jugado, tanto Wálter Jiménez como Fernando Arce han salido algo discretos, por debajo de su futbol habitual.
Adelante, creo, tenemos la mejor línea del equipo. Los partidos que han jugado aquí han estado para clavar, a lo menos, cinco goles en promedio, pero dado el pésimo desempeño a la hora de resolver se han ido pepinos hechos. Oribe Peralta es el mejor regreso al Santos que yo recuerde, si es que ha habido otros; un tanto atrabancado, sin garbo, maduró y aprendió en Jaguares a pararse donde debe, por eso está cazando goles; tiene, además, lo que les falta a muchísimos: unas ganas bárbaras de ser útil. Por otro lado, es una alegría ver a Darwin Quintero, un tipo que se atreve al arabesco; en ocasiones se excede, pero eso se le reprocha menos que su inmadurez resolutiva; el día que aprenda a definir será una maravilla. De Vuoso lo mismo: pundonor y bravura; ya está recuperando su tino goleador; que así sea y pronto vuelva a ser el Vuoso de los muchos goles.