Durante tres meses preparé mi viaje a Chile para participar, como periodista nomás, pero participar al fin, en el V Congreso Internacional de la Lengua Española que se iba a celebrar del 2 al 5 de marzo en Valparaíso. Ayer, pues, hubiera comenzado, pero el domingo fue definitivamente suspendido tras el terremoto del día anterior. Ante los dramáticos hechos, las palabras literalmente sobraban, así que la mejor decisión fue suspenderlo y dejar para otra oportunidad su desarrollo.
Hice lo que pude para estar en Chile, pero por más que lo intenté veo que no era el momento de este viaje. Cuento por qué. Ya con todo listo, el viernes 19 de febrero me despertaron en la madrugada unos ruidos muy extraños. Se oían lejos, pero lo suficientemente claros como para saber de qué se trataba. Era tableteo de armas. Ya no dormí, y al arrullo del taca-taca lejano pensé y repensé en la situación: me alejaría del entorno familiar en un momento no muy prudente, así que tomé la decisión de no viajar apenas clareó el día. Lo primero que hice fue cancelar el viaje sin avisar a nadie; los pocos que estaban enterados no dejaron de reprocharme esa decisión, pues pensaron que estaba exagerando, que nada era para tanto. Y así quedó.
Unos pocos días después, reculé. Aunque mis recursos materiales son escasos, volví a la carga, rehice el entusiasmo y añadí al posible viaje unos días más en Chile y dos lecturas en Argentina. Precisamente, el sábado 27 amanecí en la idea de salir, como decimos, hecho la mocha al día siguiente o el lunes 1 de marzo a más tardar. Por costumbre, como hábito similar al del café, leo periódicos temprano, en línea. Lo primero que hallé fue la nota sobre el sismo que acababa de ocurrir unas horas antes, en la madrugada del sábado. Otra vez, apenas al clarear el día y casi en la misma semana, suspendí mi decisión de viajar a Chile. A la mañana siguiente, temprano también, todos los periódicos informaron lo que ya sabemos y era lógico: que el V Congreso —continuación, por cierto, de los realizados en Zacatecas, Valladolid, Rosario y Cartagena— quedaba definitivamente cancelado.
Por supuesto, es una frivolidad añorar un congreso de la lengua en el escenario devastado que hoy ofrecen algunas ciudades de Chile, sobre todo Concepción, al sur de Santiago y Valparaíso. El boletín difundido por los organizadores explica, sensiblemente, la determinación: “[los organizadores] Lamentan constatar que un terremoto y un maremoto han afectado a buena parte del territorio del país sede, con gravísimas y trágicas consecuencias, e impiden la realización del conjunto de actividades presenciales contempladas en el programa académico y en el programa cultural complementario del Congreso. En estas dolorosas circunstancias, manifiestan su solidaridad, pesar y condolencias a los familiares de las víctimas de esta tragedia, al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y al Gobierno y pueblo de Chile”.
El desastre natural, que obliga a la solidaridad con las víctimas en todo sentido, frenó la realización “presencial” del congreso, pero entre los acuerdos de los organizadores (del 1 de marzo) hay uno que merece atención por lo adecuado de su ofrecimiento: que buena parte de los trabajos preparados para el V Congreso sean desahogados en la red, con lo que en justicia, porque así fue organizado, el congreso de Valparaíso será justamente considerado quinto trianual, y el próximo, el sexto, se llevará a cabo en una sede por determinar.
Hice lo que pude para estar en Chile, pero por más que lo intenté veo que no era el momento de este viaje. Cuento por qué. Ya con todo listo, el viernes 19 de febrero me despertaron en la madrugada unos ruidos muy extraños. Se oían lejos, pero lo suficientemente claros como para saber de qué se trataba. Era tableteo de armas. Ya no dormí, y al arrullo del taca-taca lejano pensé y repensé en la situación: me alejaría del entorno familiar en un momento no muy prudente, así que tomé la decisión de no viajar apenas clareó el día. Lo primero que hice fue cancelar el viaje sin avisar a nadie; los pocos que estaban enterados no dejaron de reprocharme esa decisión, pues pensaron que estaba exagerando, que nada era para tanto. Y así quedó.
Unos pocos días después, reculé. Aunque mis recursos materiales son escasos, volví a la carga, rehice el entusiasmo y añadí al posible viaje unos días más en Chile y dos lecturas en Argentina. Precisamente, el sábado 27 amanecí en la idea de salir, como decimos, hecho la mocha al día siguiente o el lunes 1 de marzo a más tardar. Por costumbre, como hábito similar al del café, leo periódicos temprano, en línea. Lo primero que hallé fue la nota sobre el sismo que acababa de ocurrir unas horas antes, en la madrugada del sábado. Otra vez, apenas al clarear el día y casi en la misma semana, suspendí mi decisión de viajar a Chile. A la mañana siguiente, temprano también, todos los periódicos informaron lo que ya sabemos y era lógico: que el V Congreso —continuación, por cierto, de los realizados en Zacatecas, Valladolid, Rosario y Cartagena— quedaba definitivamente cancelado.
Por supuesto, es una frivolidad añorar un congreso de la lengua en el escenario devastado que hoy ofrecen algunas ciudades de Chile, sobre todo Concepción, al sur de Santiago y Valparaíso. El boletín difundido por los organizadores explica, sensiblemente, la determinación: “[los organizadores] Lamentan constatar que un terremoto y un maremoto han afectado a buena parte del territorio del país sede, con gravísimas y trágicas consecuencias, e impiden la realización del conjunto de actividades presenciales contempladas en el programa académico y en el programa cultural complementario del Congreso. En estas dolorosas circunstancias, manifiestan su solidaridad, pesar y condolencias a los familiares de las víctimas de esta tragedia, al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y al Gobierno y pueblo de Chile”.
El desastre natural, que obliga a la solidaridad con las víctimas en todo sentido, frenó la realización “presencial” del congreso, pero entre los acuerdos de los organizadores (del 1 de marzo) hay uno que merece atención por lo adecuado de su ofrecimiento: que buena parte de los trabajos preparados para el V Congreso sean desahogados en la red, con lo que en justicia, porque así fue organizado, el congreso de Valparaíso será justamente considerado quinto trianual, y el próximo, el sexto, se llevará a cabo en una sede por determinar.