domingo, marzo 28, 2010

Quince párrafos de afecto



El suceso le pegó a mi familia extensa un hachazo sin nombre. Viví la necesidad de sentir cerca algo, lo que fuera, para agarrarme de allí y no caer en ese jueves aciago e inolvidable. Recibí muchas llamadas cálidas y muchas cartas electrónicas. Les agradezco a todos los que telefonearon o escribieron. Creo que así, anónimas, las cartas pueden servir para que pensemos una vez más, juntos y solidarios, en lo que está pasando. Cada párrafo es una carta. Los comparto y los agradezco en memoria de mi querido sobrino:
Jaime, mi querido Jaime, lo siento mucho. Me siento mal, es una pesadilla esto. Un abrazo, me quedo mudo.
Jaime, mi más sentido pésame por la lamentable muerte de su sobrino; no se imagina, en verdad, cuánto lo siento.
Toda mi alma, justamente, contigo y con los tuyos. Y paz eterna para el muchacho. Perdón, nunca sé bien qué decir en estos casos sino que sabes que estoy, y es más que metáfora. Y paz para tu dolorosa república americana, de una vez y para siempre. Mi abrazote para que se funda contigo siempre.
Recibo con tristeza esta noticia. Sabes que desde acá te envío mis más sentidas condolencias para ti y para toda tu familia. Por el bien de todos, los que estamos fuera y los que están en el país, que esta locura termine pronto.
Siento muchísimo lo que nos comunicas. De verdad, profundamente. Me deja triste y sin esperanza. Por favor, dime si hay algo en que puedo ser de ayuda. Mi más calido abrazo.
Recibe mis condolencias. A pesar de lo previsible de hechos así, no dejo de sentir estupor, ira y dolor. Con noticias como ésta queda uno en el filo del temor y la impotencia. Te saludo con mi afecto y mi solidaridad.
Querido Jaime, me vengo enterando aquí en Saltillo. Lamento mucho lo ocurrido. ¿Qué puedo decir? Va un abrazo, carnal.
Mi Jaime: recibe un abrazo solidario. Me duele lo que te pasa, me duele lo que nos pasa.
Circulo por la calle cada día y cada noche con la firme convicción de que nada me pasará. A veces más noche de lo que quisiera andar. Pero no podemos dejar que nos quiten la libertad. Lamento, en el corazón, esto que te está pasando, el dolor de los tuyos. El dolor de tantos. Te aprecio y deseo que tengas fortaleza para ser pilar de tu hermano.
Toda mi solidaridad para contigo, tu hermano y cuñada, Jimmy. Te acompaño y me uno a tu duelo, que con el antecedente de los modos en que ocurrió esta tragedia nos provoca impotencia y coraje. Te abrazo fraternalmente.
Sin palabras, ayer así me quedé y aunque quise contestarte y expresarte mis condolencias la verdad es que no me salieron. Quiero que sepas que al igual que tú me siento mal por todo esto que está pasando y más que jóvenes inocentes tengan que sufrir de esta guerra. Lo siento mucho, tú sabes que se te estima.
Nuevamente mi más sentido pésame. Cualquier cosa que pueda hacer por usted y su familia, Jaime, no dude en decírmelo. Es imperdonable ver cómo los nuestros y nosotros mismos estamos a merced de la delincuencia, organizada o desorganizada. Duele en lo más profundo saber de las personas abatidas en este infierno en que se ha convertido nuestra ciudad y el país entero, y duele aun más, hasta los huesos, cuando se trata de jóvenes estudiantes familiares de los buenos amigos, como en el desafortunado e injusto caso de su sobrino. Jaime, espero que los papás, tanto del su sobrino como del otro muchacho, encuentren una pronta resignación. Mis condolencias y pésame también para ellos.
Jaime Muñoz, le conozco a través de su columna periodística y, honestamente, solo la leo cuando aborda temas literarios; a la literatura solo soy aficionado y trato de inculcar el gusto por esta bella creación a mis alumnos; también, le reitero que no soy maestro de literatura, soy biólogo, pero tengo la certeza que si nuestros estudiantes fueran lectores de literatura tendríamos la oportunidad de cambiar la educación de este país; en una de mis clases sobre filosofía de la ciencia abrí tema con su columna sobre Mario Bunge, y entiendo su sorpresa ante la mínima presencia de laguneros en la conferencia que impartió el señor Bunge en Torreón. En realidad, decidí enviarle este correo para saludar a través de usted a la mamá de su sobrino; tuve la oportunidad de tratar con ella en la universidad donde estudiaba él, fue mi alumno en varias ocasiones, él solo era un joven, como todos, su vida estaba por delante, y a todos nos dolió como fue segada su juventud y su futuro. Saludos amorosos para toda su familia.
Jaime: apenas me he enterado del dolor por el que atraviesan, permíteme hacerlo mío. Justo ayer externaba esta sensación de opresión en el pecho, esta desgana de andar por la calle, esta incertidumbre que abarca el presente y el futuro de los hijos. Tengo miedo de decir que tengo miedo, porque el miedo es la antítesis del amor... el lado oscuro de la existencia, el infierno, el laberinto del que no se sale. Te acompaño a distancia pero con la cercanía de la solidaridad. Tengo sobrinos a los que amo, tengo amigos a los que amo, tengo desconocidos a los que encuentro de vez en vez, a los que amo... porque en el fondo la única realidad es que amo la vida y de pronto me pregunto... ¿dónde quedó la vida?
Estimadísimo Jaime, no me había enterado de la muerte de tu sobrino. Voy sabiéndolo y me quedo boquiabierto. Te mando un abrazo solidario y mudo. Un abrazo.